Nació en los años 50 de la mano de un grupo de empleados del ferrocarril. Hoy viven allí más de 4.000 personas, vinculadas a diversas profesiones. Participación vecinal
Javier Hernández -jhernández@losandes.com.ar
Palmira es un pueblo con historia de trenes y buena parte de lo que allí tiene más de 40 años, debe su vida a los ferroviarios. El barrio Don Bosco no es la excepción y nació del trabajo conjunto de un grupo de empleados del ferrocarril, gente emprendedora con mayoría de buenos sueldos, que lograron construir uno de los lugares más coquetos de la ciudad y donde se levanta hoy buena parte de las casas más lindas.
Si bien en los años 90, con la privatización de los trenes y el despido de muchos empleados llegó la época mala para ese distrito de San Martín, el avance del nuevo siglo permitió al Don Bosco recuperar parte de su histórica vitalidad y al lugar lo habitan jubilados y empleados del ferrocarril, pero también abogados, docentes, empleados municipales, médicos y comerciantes que instalaron sus negocios.
Hoy viven allí unas 4.000 personas y el lugar se encuentra comprendido entre las calles Soberanía Nacional (norte), El Altillo (oeste) y Juan Di Paola (que la limita tanto en el este como en el sur). Ese amplio terreno de casi 20 hectáreas fue hasta comienzos de los años 50 parte de una enorme finca, que era propiedad de don Juan Di Paola, un poderoso empresario que le había comprado el lugar y también una enorme mansión al gobernador de Mendoza Tiburcio Benegas.
Fue entonces en aquellos primeros años de la década del 50 que el gremio ferroviario La Fraternidad conformó una cooperativa, para gestionar la construcción de viviendas para sus afiliados. Con la suma posterior de la Unión Ferroviaria se llegó a un acuerdo con el Banco Hipotecario y se logró un crédito para adquirir los lotes y levantar la primera etapa de casas.
"En el año 1959 ya se contaban 147 viviendas, en lo que originalmente fue llamado el barrio de los ferroviarios, y que recién con el tiempo pasó a ser Don Bosco", explica Germán Perri, uno de los miembros de la comisión vecinal.
De a poco, los lotes se fueron ocupando con nuevas casas, el barrio tuvo su plaza San Juan Bosco (aunque hoy ya no existe y en su lugar se construyó parte del nuevo edificio de la escuela primaria 1-527 Batalla de Maipú).
Como dato curioso de la distribución del barrio hay que señalar que la mayoría de los lotes son muy grandes, en contraste con las calles y veredas que resultan estrechas: "Eso es cierto, los primeros pobladores pensaron más en tener un buen jardín adelante o atrás de sus viviendas, antes que unas calles un poco más generosas", dice Olga Ro y subraya el peligro que a veces representa la calle Juan Di Paola, con su doble mano y un tráfico que incluye líneas de colectivos.
El barrio creció en distintas etapas, apelando a diversas formas de financiación e incluso muchos de sus vecinos compraron su lote en forma individual, y sin apelar a cooperativa alguna levantaron su vivienda con ahorros propios.
En los años 80 y con dineros propios de la entonces unión vecinal, el barrio encara la construcción de cordones, cunetas y banquinas. "Los fines de semana se hacían comidas para vender y ese dinero se destinaba a mejorar el barrio, que por esos años ya había crecido mucho y solo quedaban algunos pocos lotes baldíos", cuenta Perri. El presidente de aquella pujante comisión de vecinos que trabajó hasta mediados de los 90 es Rómulo 'Lito' Leonardi:
"Cuando arrancamos había luminarias y hormigón solo en las dos primeras cuadras (en la zona norte) y de a poco conseguimos esas ventajas para todo el resto del barrio. En aquellos años el Don Bosco, fue incluso el primer barrio de la provincia que a través de un Plan Vecino con la comuna, logró instalar el gas natural". También se construyó con gestión de los propios vecinos la sede del correo y el centro de salud.
Don Ricardo Videla llegó al barrio en 1962 y como muchos de sus vecinos fue ferroviario: "Tengo de 35 años de profesión y puedo decirle, sin desmerecer a nadie, que somos el mejor barrio de Palmira. Usted tiene acá todos los negocios que necesita para vivir sin salir y la gente es muy buena", cuenta el hombre y a la hora de pensar en las cosas que faltan, menciona la necesidad de volver a contar con una plaza (aunque no hay lotes a la vista donde construirla) y un micro hospital que reemplace al centro de salud.
Si bien en los años 90, con la privatización de los trenes y el despido de muchos empleados llegó la época mala para ese distrito de San Martín, el avance del nuevo siglo permitió al Don Bosco recuperar parte de su histórica vitalidad y al lugar lo habitan jubilados y empleados del ferrocarril, pero también abogados, docentes, empleados municipales, médicos y comerciantes que instalaron sus negocios.
Hoy viven allí unas 4.000 personas y el lugar se encuentra comprendido entre las calles Soberanía Nacional (norte), El Altillo (oeste) y Juan Di Paola (que la limita tanto en el este como en el sur). Ese amplio terreno de casi 20 hectáreas fue hasta comienzos de los años 50 parte de una enorme finca, que era propiedad de don Juan Di Paola, un poderoso empresario que le había comprado el lugar y también una enorme mansión al gobernador de Mendoza Tiburcio Benegas.
Fue entonces en aquellos primeros años de la década del 50 que el gremio ferroviario La Fraternidad conformó una cooperativa, para gestionar la construcción de viviendas para sus afiliados. Con la suma posterior de la Unión Ferroviaria se llegó a un acuerdo con el Banco Hipotecario y se logró un crédito para adquirir los lotes y levantar la primera etapa de casas.
"En el año 1959 ya se contaban 147 viviendas, en lo que originalmente fue llamado el barrio de los ferroviarios, y que recién con el tiempo pasó a ser Don Bosco", explica Germán Perri, uno de los miembros de la comisión vecinal.
De a poco, los lotes se fueron ocupando con nuevas casas, el barrio tuvo su plaza San Juan Bosco (aunque hoy ya no existe y en su lugar se construyó parte del nuevo edificio de la escuela primaria 1-527 Batalla de Maipú).
Como dato curioso de la distribución del barrio hay que señalar que la mayoría de los lotes son muy grandes, en contraste con las calles y veredas que resultan estrechas: "Eso es cierto, los primeros pobladores pensaron más en tener un buen jardín adelante o atrás de sus viviendas, antes que unas calles un poco más generosas", dice Olga Ro y subraya el peligro que a veces representa la calle Juan Di Paola, con su doble mano y un tráfico que incluye líneas de colectivos.
El barrio creció en distintas etapas, apelando a diversas formas de financiación e incluso muchos de sus vecinos compraron su lote en forma individual, y sin apelar a cooperativa alguna levantaron su vivienda con ahorros propios.
En los años 80 y con dineros propios de la entonces unión vecinal, el barrio encara la construcción de cordones, cunetas y banquinas. "Los fines de semana se hacían comidas para vender y ese dinero se destinaba a mejorar el barrio, que por esos años ya había crecido mucho y solo quedaban algunos pocos lotes baldíos", cuenta Perri. El presidente de aquella pujante comisión de vecinos que trabajó hasta mediados de los 90 es Rómulo 'Lito' Leonardi:
"Cuando arrancamos había luminarias y hormigón solo en las dos primeras cuadras (en la zona norte) y de a poco conseguimos esas ventajas para todo el resto del barrio. En aquellos años el Don Bosco, fue incluso el primer barrio de la provincia que a través de un Plan Vecino con la comuna, logró instalar el gas natural". También se construyó con gestión de los propios vecinos la sede del correo y el centro de salud.
Don Ricardo Videla llegó al barrio en 1962 y como muchos de sus vecinos fue ferroviario: "Tengo de 35 años de profesión y puedo decirle, sin desmerecer a nadie, que somos el mejor barrio de Palmira. Usted tiene acá todos los negocios que necesita para vivir sin salir y la gente es muy buena", cuenta el hombre y a la hora de pensar en las cosas que faltan, menciona la necesidad de volver a contar con una plaza (aunque no hay lotes a la vista donde construirla) y un micro hospital que reemplace al centro de salud.
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