domingo, 26 de febrero de 2012

Once: cuando la torpeza compite con la maldad



En 1804, poco antes de ser coronado emperador, Napoléon ordenó fusilar por conspiración al joven duque de Enghien, un miembro encumbrado de la dinastía de los Borbones. El crimen ensombreció la imagen del naciente imperio napoleónico a un punto tal que Talleyrand, el canciller de Napoleón, se animó a minimizar el fusilamiento del duque porque había sido, en su opinión, "más que un crimen, una torpeza". La frase de Talleyrand quedó en la historia porque aprovechaba ingeniosamente la tabla de valores convencional, según la cual el crimen essiempre peor que la torpeza. ¿Nos servirá la ocurrencia de Talleyrand para ubicarnos ante la horrorosa masacre ferroviaria que tuvo lugar el miércoles último en la estación de Once? Al sugerir que la torpeza puede aliviar un crimen, Talleyrand pretendía eximir a su emperador de la peor de las condenas, ya que la torpeza parece ser un pecado "venial" si se la compara con el "pecado mortal" que es la maldad.

A la vista de las decenas de muertos y los centenares de heridos que cayeron en Once, ¿podría salvarse la imagen del Gobierno diciendo que lo ocurrido el miércoles fue, más que un crimen, una torpeza? Que la empresa TBA es culpable por no haber realizado las inversiones ferroviarias a las que se había comprometido y que el Gobierno también es culpable por no haberla vigilado, no hay quien lo dude. Quizás el juez Bonadio agregue a estas culpas "colectivas" las responsabilidades "individuales" del maquinista Marcos Antonio Córdoba -por ahora, excarcelado- y del guarda que lo acompañaba. ¿Pero bastarán estos casos de "mera culpabilidad" para que no sólo los damnificados sino también la opinión pública dejen de lado su indignación, nada más que porque los implicados sólo cometieron "pecados veniales"?

Nuestra tradición jurídica, que viene del Derecho Romano, siempre sostuvo que la culpa es menos grave que el dolo porque en éste, pero no en aquella, impera la intención de hacer el mal. ¿No hay casos empero en que el dolo, pese a ser intencional, provoca menos daño que la culpabilidad? Las familias de los muertos, ya sea en Once o en Cromagnon, ¿estarían de acuerdo con esta invitación a la levedad del castigo de los culpables? ¿O, siendo a veces el daño provocado por los culpables incomparablemente mayor que el daño que puede producir en ocasiones un acto doloso, deberíamos revisar la escala de nuestras condenas? ¿Qué es más grave para la sociedad, el "dolo" de un asaltante solitario que sólo causa un rasguño o la "culpa" por un siniestro colosal?
TEORÍA DE LA EXCUSA

El juez Bonadio caratuló la causa de Once como "estrago culposo seguido de muerte". ¿No se anuncia en esta definición la estrategia de otorgar impunidad al Gobierno como lo han hecho otros jueces frente a ese gran impune que es el ex secretario de Transportes Ricardo Jaime? Si esta estrategia se confirmara, vendría a corroborar el objetivo del Gobierno de salir indemne de las acusaciones de mal manejo y de corrupción que lo acechan. No bien ocurrieron los hechos luctuosos del miércoles, el actual secretario de Transporte, Juan Pablo Schiavi, incurrió en expresiones atolondradas, como la de sugerir que el accidente habría sido menor de ocurrir en un día feriado y que los propios pasajeros tuvieron parte de culpa al agolparse en los vagones delanteros, en su urgencia por arribar a tiempo al trabajo. Al Gobierno le faltan inversiones pero es, por cierto, fecundo en excusas.

Las expresiones desafortunadas de Schiavi respondían por su parte a la intención de liberar a Cristina Kirchner de todo atisbo de responsabilidad por la tragedia. Es evidente, en este sentido, que la Presidenta ha pretendido, una y otra vez, que los escándalos de su gobierno ni siquiera la rozaran. Quizá terminen por afectar la continuidad de funcionarios "menores" por este escándalo, a comenzar por el propio Schiavi, pero la directiva de la Presidenta parece ser que, sea cual fuere la gravedad de los hechos de corrupción y de mal manejo que se imputan a su gobierno, nunca la toquen. Es que, sean cuales fueren las malas noticias , Cristina sólo está para dar buenas noticias. ¿Cuántas veces se la ha visto a la cabecera de algún herido, de algún enfermo? Cromagnon causó la caída de Aníbal Ibarra. Once, ¿afectará acaso a Cristina?

La idea de la Presidenta de quedar al margen de los hechos negativos que podrían afectarla se vio confirmada esta vez, cuando llegó al extremo de ordenar al Estado que querelle a los presuntos culpables del siniestro, como si su gobierno viviera en otro planeta. Lo dijo, en su dolor, una de las víctimas de Once: "Este gobierno ha dejado de ser pingüino ; ahora es avestruz ".

La palabra excusa quiere decir, literalmente, "ex-causa" o, con otras palabras, que la culpa siempre está afuera, es ex, porque recae en algún otro. Este "otro" pueden ser, según las circunstancias, desde los "piquetes de la abundancia" del campo hasta los Eskenazi de YPF. La excusa de la querella presidencial apunta a desviar como sea la responsabilidad de Cristina por las fallas de su gobierno. A las malas noticias que irrumpen entre nosotros, sean el luctuoso accidente del miércoles o la "sintonía fina" a la que alude la señora de Kirchner para blindar la imagen del ajuste económico que está por caer sobre los consumidores, se las debe camuflar mediante algún nuevorelato . ¿Podrá esta estratagema proteger indefinidamente el formidable 54 por ciento de los votos que Cristina obtuvo el 23 de octubre?
¿"TRAGEDIA" O "RELATO"?

Los griegos acudieron a la tragedia porque, en ella, los dioses castigaban la soberbia de los protagonistas haciéndoles morder el polvo de su finitud. Pero grandes autores como Esquilo o Sófocles no tenían ni la intención ni la posibilidad de manipular a los espectadores con un relato diferente de lo que ocurría, algo que está a la mano en la sociedad mediática en la que vivimos. También pudieron elaborar relatos alejados de la percepción popular regímenes totalitarios del siglo XX como el nazismo, seguidor fiel de la consigna de Joseph Goebbels, "miente, miente, que algo queda", pero esta consigna fue eficaz mientras se dieron dos condiciones: una sociedad de masas ajena a la realidad cotidiana y el monopolio de los medios de comunicación en manos del Estado. La Presidenta navega, por así decirlo, entre dos aguas. De un lado, acude de continuo al expediente del relato. Del otro, no ha obtenido el monopolio mediático al cual aspira. Puede seducir a mucha gente por algún tiempo, pero no a toda la gente por todo el tiempo; al 54 por ciento, pero no al 46 por ciento de los argentinos.

Es difícil que, pese a su empeño, Cristina imponga su objetivo en última instancia utópico de la manipulación total de nuestra sociedad. Si advierte a tiempo esta esencial limitación, su mirada quizá descienda sobre la otra alternativa que se le ofrece: internarse a la vista de la sociedad que la rodea en una realidad que, como todo lo humano, incluye lo bueno y lo malo, la bonanza y Once. Si Cristina advirtiera que este otro curso de acción la pondría a ella misma en contacto con los hechos como son, con sus torpezas y maldades dentro, quizá cambiaría de rumbo. Si no lo hiciere, tarde o temprano a ese mismo pueblo que la votó se le caerían las vendas del relato. Rodeada como está por un puñado de aduladores profesionales, ¿caerá en la cuenta la Presidenta de que esta ruta alternativa, que le traería algunos sinsabores, también la pondría también en la única ruta compatible con la democracia? Lo dudamos aunque lo deseamos, por el país y por ella misma.

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