domingo, 26 de febrero de 2012

Entre trenes y espejos, la amistad "K"

El kirchnerismo, por estas horas, carga estigmas de los que reniega en sus discursos: espionaje de civiles y sospechas de corrupción en el Estado. El alperovichismo sale en auxilio de Boudou, cuya imagen se desdibuja.
Juan Manuel Asis
El cristinismo, o neokirchnerismo, atraviesa su peor momento en este corto 2012: se mira al espejo y ve caras que detesta y que sólo reconoce como imágenes en otros, y en rol de acusador. La oposición aplaude. Más no puede hacer desde la debilidad en la que ha caído (vale para el plano nacional como para el provincial), y mira mezquina cómo los hechos van mellando la fortaleza institucional y política del Gobierno. Ojo, no hace aguas, no hay que ser tremendista, no es como el tiempo de la desgastante disputa con el campo de 2008 -con caras pintadas de traidores y leales-, ni se está generando un clima que haga peligrar la instituciones; para nada. Es un momento de sensaciones adversas para el Gobierno nacional, por acontecimientos fortuitos, por imprevisiones de gestión o decisiones desacertadas de los que conducen. 

¿Qué caras? Veamos. Es denunciado y observado con desconfianza por el polémico "Proyecto X", por el que Gendarmería nacional espía a dirigentes gremiales y sociales, un estigma que sólo le puede caber a un gobierno inconstitucional, a una dictadura militar, a los golpistas del 76. Justo por ese lado vino a salirle una mancha al Ejecutivo, precisamente al kirchnerismo, que hace gala de los derechos humanos. La ministra de Seguridad, Nilda Garré, hizo malabares dialécticos para jurar y convencer de que el Estado "K" no vigila a sus ciudadanos: eso no va con los genes del kirchnerismo, por lo menos en los discursos y en las formas. Punto en contra, indigerible para los "K", más para la militancia.

Otra: tratar de equilibrar la balanza comercial poniendo restricciones a las importaciones suena bien, y si se ejecuta y beneficia a los argentinos, mejor. Pero que la resultante de esa acción provoque inquietud entre los enfermos que necesitan medicamentos oncológicos o en diabéticos que necesitan insulina porque esos insumos demoran en aparecer por trabas burocráticas; no es un punto a favor. Si no pasa nada, si es que no hay por qué preocuparse, bueno sería que desde la Nación se asegure tranquilidad, por lo menos para estos pacientes especiales. Pero no sucede, ¿será por ese miedo ingenuo, propio de la dirigencia política, de suponer que "si se lo niega, la gente creerá que el problema existe"? El ciudadano, a la larga, lo termina descubriendo, no por sagacidad investigativa, sino porque en la farmacia observa los faltantes. Y justo uno de los remedios afectados es el Rivotril ((clonazepán). 

Una más: cuando un freno no funciona y muere medio centenar de seres humanos, a alguien tenemos que echarle la culpa, siempre hay responsables; no puede haber sólo inocentes. Por no verificar el funcionamiento de un mecanismo sencillo, pero vital, o por no controlar que los servicios públicos se presten en condiciones de seguridad, se pierde lo que no tiene precio. No hace falta más que detenerse en el insulto y la reflexión de Hebe de Bonafini -socia política del Gobierno nacional- al secretario de Transporte, Juan Pablo Schiavi -"es un pelotudo, no puede ser que se den subsidios y no anden los frenos"-, para entender la indignación general en contra de las autoridades. Un culpable tiene que haber. Alguien de estos lares, caminante de pasillos gubernamentales durante años, advirtió que este suceso "se llevará alguna cabeza". Y lo explicó, muy a su manera, gráfica, elocuente y "K". "Lo grave es lo que viene para la gestión -reconoció-, que se empiece a investigar a fondo el destino de los subsidios que se entregan al transporte y que, por falta de controles, u otra cosa, haya muertos". Lo que apuntó, en otras palabras, es que alguien se lleva los recursos y que otros miran distraídos, y que pertenecen al riñón kirchnerista; lo peor de todo. Sin embargo, quienes deberían actuar y decir algo, se mantienen en un llamativo y indignante silencio.

Una más: para el kirchnerismo, Carlos Menem era mala palabra, y menemismo era sinónimo de frivolidad, desigualdad social y corrupción de funcionarios. Y hoy, cual si el espejo le devolviese un rostro de ese pasado "indeseado", un elegido, el vicepresidente, Amado Boudou, está en ojo de la tormenta por lo mismo. El ex ucedeísta, rockero, con un postgrado en el CEMA y devenido peronista habría dejado sus huellas en la presunta compra de la ex Ciccone Calcográfica, a través de un también presunto testaferro, Alejandro Vandenbroele. Tal vez no tenga nada que ver pero, irónica y paradójicamente, lo que hace que las sospechas se acrecienten es que la investigación cayera en manos del juez Norberto Oyarbide. Justamente en él. Hoy, eso y decir que el vicepresidente será declarado inocente por más que no lo sea, es lo mismo. La sensación es que si la querían embarrar, mejor no lo podían hacer. Si la causa hubiera llegado a manos de otro magistrado, menos sospechado de favorecer al poder, otro sería el cantar. Pero como se dice, peor el remedio que la enfermedad.

Ese mismo Boudou será el que vendría el martes a Tucumán, a la inauguración del nuevo e imponente edificio de la Legislatura. ¿Será bienvenido? En momentos en que la presidenta, Cristina Fernández, lo baja de los actos públicos y de los viajes oficiales al extranjero, se anunció la visita del ex ministro de Economía a Tucumán. Hasta anoche no era segura su presencia, pese a ser adelantada desde la Casa de Gobierno. La Presidenta, que durante toda la semana pasada guardó silencio, incluso ante el desgraciado episodio de la estación Sarmiento, en Once, dispuso un operativo blindaje en torno de su compañero de fórmula a raíz del affaire. "Si estuviéramos en Alemania -se sinceró un alperovichista-kirchnerista tucumano-, la renuncia del funcionario ya estaría en la mesa; pero estamos en Latinoamérica, eso aquí no pasa". Cruel sinceridad. Pero, la bajada de línea desde la Casa Rosada es proteger al "segundo" cantante de La Mancha de Rolando. En Tucumán, fieles a la determinación "K", hasta se animaron a invitar a Boudou para que recorra la nueva sede legislativa. El convite se lo hicieron "los dos", dijo un miembro del gabinete en alusión al gobernador, José Alperovich, y a su esposa, la senadora Beatriz Rojkés, dando a entender que no hay ningún temor o desconfianza respecto de eventuales efectos perjudiciales por la posible presencia de Boudou en la provincia. 

Es que, "malas lenguas" -las que hablan por los alrededores de la plaza Independencia- deslizaron que uno de "los dos" quería que el vice venga y el otro, que no. "Nada que ver", aseguró la misma fuente, que añadió que hay amistad y confianza con el vicepresidente. O sea, la invitación va más allá de la pregonada lealtad al Gobierno nacional, y más allá del posible mal paso de Boudou en relación a la ex Ciccone Calcográfica, la misma de los famosos "bonos mellizos". Tal como lo decidió la Presidenta, al vicepresidente "hay que protegerlo"; posiblemente no tanto por ser una excelente persona, sino porque si su imagen cae en picada, pueda arrastrar a la suya. No hay que correr ese riesgo. Y bueno, nada mejor para el alperovichismo que traerlo a Tucumán, y también asegurar que la relación entre él y la jefa de Estado "es excelente", como se preocupó por destacar la presidenta provisional de la Cámara Alta. Además, como lo deslizó un parlamentario local, Boudou no es "cualquier pescadito, es el vice de la Nación, el que eligió Cristina". O sea, guarda con sacar los pies del plato, de hablar mal de él o dejarlo solo; todos para uno, en este caso. Entonces, a imaginar los aplausos el martes, si es que viene.

Al margen, aunque no tanto: ¿y el tren Tucumán-Concepción?, ¿y el tren Tafí Viejo-San Miguel?, ¿y el tren urbano?, ¿y los talleres ferroviarios de Tafí Viejo?, ¿y el tren bala? Digo: ¿no sería mejor arreglar los frenos de los trenes que todavía andan?

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