domingo, 6 de noviembre de 2011

MEXICO - Día del Ferrocarrilero

Seguramente habrás oído historias relacionadas con los trenes y el ferrocarril, durante el siglo XIX fue el transporte más usado en México, aunque desde hace algunos años su operación pasó a manos de empresas privadas y se acabó el tren de pasajeros.Día del Ferrocarrilero
Las historias de la Revolución Mexicana tienen como marco las vías ferroviarias que trasladaban a las personas que andaban en la lucha armada, mientras que en muchos ranchos de Coahuila, todavía de pueden encontrar las pequeñas estaciones donde hacía parada el tren.

Carlos Cortés Padilla, Secretario General de la Sección XXIII, explicó que las nuevas empresas concesionarias utilizan el transporte ferroviario para trasladar mercancía industrial, mientras que todavía hace tres décadas los viajeros podían optar por ir de un lugar a otro en este medio.

En Chihuahua todavía se utiliza el tren para realizar visitas a la Sierra Tarahumara.

Recordó que eran tres trenes de pasajeros que venían de la Ciudad de México, el tren que tenía como ruta la Ciudad de México hasta Nuevo Laredo y viceversa.

En toda la República Mexicana se celebra el 7 de noviembre el Día del Ferrocarrilero, y se llevan a cabo diversos eventos cívicos, deportivos y convivios.

En Saltillo son 290 los agremiados activos que desempeñan diversos oficios y prestan sus servicios para la compañía trasnacional Kansas City.

Con la desaparición de Ferronales, la empresa dejó de ser de Coahuila, aunque el sindicato siguió vigente.
Un 7 de noviembre

El 7 de noviembre de 1907 a Jesús García Corona no le correspondía conducir un tren, pero su compañero Alberto Biel se reportó enfermo y tuvo que hacerse responsable de los tres viajes progra-mados entre el pueblo de Nacozari y la mina de Pilares en Sonora.

Era un recorrido de apenas cuatro kilómetros. Para asegurar la quema del carbón, la locomotora debía contar con un contenedor donde las chispas eran sofocadas con mallas; sin embargo, en esos días no funcionaba bien. La máquina realizó sin complicaciones el primer trayecto. Cuan-do iba de regreso por más carga, un mensajero abordó el tren a la altura de El Seis (caserío habitado por familias de trabajadores de las vías) para avisar a Jesús García que se necesitaba llevar más explosivos a la mina, diez toneladas de pólvora que se usarían para una ampliación.

Ya en Nacozari, Jesús García dejó a los ingenieros el trabajo de acomodar los vagones, entre los que estaban los dos cargados de explosivos, que por un error fueron colocados junto a la máquina. Jesús aprovechó para hacer una rápida visita a su madre, cuya casa se ubicaba cerca de la estación.

De regreso al sitio donde estaba detenida la máquina, Jesús García ayudó a uno de sus compañeros a encender el fuego, y, lentamente, la presión del vapor subió. Movió el convoy. El viento del norte empezaba a jugar con los remolinos de vapor. Librada del freno, la locomotora trabajaba contra el viento; las chispas vivas, emanadas del contenedor descompuesto, volaron sobre el motor y la cabina, llegando hasta los dos primeros furgones, cargados con cajas de dinamita.

Al principio el fuego fue notificado por la cuadrilla de trabajadores y más adelante, por simples observadores. Un jovencito, alarmado, intentó decir a Jesús lo que pasaba, pero su delgada voz no le permitió vencer el ruido de la máquina. Fue un obrero anónimo quien fuertemente le gritó: "Oye, hay humo en el polvorín."

Francisco Rendón, frenero encargado de dirigir los rieles a Pilares, le gritaba también, desesperado, que tratara de extinguir el fuego. "¡Frena el tren!", le gritaba Francisco, con la idea de que entre todos los tripulantes pudieran apagar el fuego, pero a esa altura del trayecto no había agua.

Avivado por el viento que el andar del tren producía, el fuego se expandió. El aire fluyó a través de las cajas e intensificó las llamas. Cuando la esperanza se desvaneció por la intensidad del fuego, Jesús le pidió a la cuadrilla que lo acompañaba que se arrojara de la locomotora y le imprimió toda la fuerza. Romero saltó y rodó hacia la maleza.

A las 14:20 horas, un estruendo como temblor se sintió en Nacozari. La onda expansiva quebró vidrios y sacudió las casas. Tan grande fue la explosión, que la locomotora desapareció por completo. Jesús murió al instante, lanzado por el frente de la cabina.

De El Seis no quedó casi nada. Fueron 13 los muertos, entre niños, mujeres y obreros que se encontraban cerca de la vía. Pero, sin duda, fueron cientos los que salvaron la vida cuando Jesús García decidió alejar del pueblo el convoy en llamas.

Los historiadores aún discuten diversos detalles de este hecho histórico, pero todos coin-ciden en que Jesús García salvó a un pueblo completo. Jesús García es el héroe de Nacozari.
Por Sofía Noriega

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