El descarrilamiento del tren con destino a Tucumán el pasado 2 de enero pone sobre el tapete el tema del deficiente servicio ferroviario que une nuestra provincia con Buenos Aires.
Hubo un tiempo en que viajar en tren desde Buenos Aires a Tucumán era una experiencia confortable y segura.
En 1938 el tren El Tucumano realizaba el recorrido en solo 16 horas, y en una cómoda formación con aire acondicionado. Cuando El Tucumano salió de servicio en 1964, hacía dos años que Ferrocarriles del Estado había incorporado coches de lujo de origen japonés, y que fueron mejorados con los años.
Desde 1969 el recorrido se realizaba en 15 horas, con coches dormitorios e incluso un coche cine. Desde 1970 además, La estrella del Norte tenía un servicio diario, de menor precio, pero con innumerables conexiones que llegaban incluso hasta Bolivia.
Todo esto, hasta principios de la década del 90, en que el gobierno menemista decidió que los trenes del interior del país habían dejado de ser una buena opción de viaje. Hoy viajar en tren es una experiencia muy distinta.
El único que une Buenos Aires con Tucumán es el de la Empresa Ferrocentral, que también administra cinco servicios en la provincia de Buenos Aires y uno en Córdoba. Tiene una frecuencia de dos partidas semanales y la odisea comienza en el momento mismo de tomar la decisión de abordarlo.
Con una tarifa en clase turista diez veces menor que la de un micro ($800 ida y vuelta en colectivo, contra tarifas ferroviarias que van desde $87 hasta $380), el viajero que desee obtener un pasaje deberá comprarlo con unostres meses de anticipación. Para ello, deberá presentarse en la Estación Terminal de Retiro personalmente (los pasajes no se venden por internet) con una anticipación de unas 24 horas.
Como la cantidad de gente que viaja a Tucumán en enero es grande, en septiembre se suelen ver grandes cantidades de personas con sillas y reposeras, frazadas y termos para pasar la noche y asegurarse uno de los 85 números que la empresa distribuye diariamente. Durante la noche, los baños públicos de Retiro cierran, y quienes allí pernoctan deben usar la plaza de enfrente como sanitario, donde los delincuentes nocturnos esperan para asaltar.
Una vez conseguido el boleto, el viajero sólo podrá comprar 5 pasajes, todos de ida, ya que a pesar de que Ferrocentral ofrece promociones ida y vuelta, no vende ambos pasajes juntos. Para el pasaje de vuelta, debe repetirse el operativo. Si un pasajero quisiera comprar un boleto del tren hoy, conseguirá pasajes parafinales de marzo.
El viaje demora hoy diez horas más que hace 70 años: el tren arriba a destino 26 horas luego de partir, ello si no surgen demoras, que son frecuentes, durante el recorrido. La empresa advierte a sus pasajeros en el boleto: “En caso de demoras imprevistas en los horarios establecidos de salida o arribo, de cualquiera de los servicios, la empresa no responderá de modo alguno por cualquier daño o perjuicio que se pretenda interpelar”. Por las dudas, un empleado de boletería advierte a los viajeros que podrían realizarse paradas no previstas porque las vías se recalientan, además de períodos en que la marcha será muy lenta por peligro de descarrilamiento.
Los coches pulman son efectivamente cómodos, pero son pocos los asientos y se acaban rápido. Los de clase turista cuentan con asientos rígidos, no reclinables y sin aire acondicionado. Durante algunos tramos de intenso calor las ventanillas deben cerrarse debido a que a su paso desde algunos barrios santafesinos arrojan piedras a la formación. En otros sectores, se cierran por la cantidad de insectos que invaden el interior. Las demoras son frecuentes y el viaje suele durar más de las 26 horas previstas. El estado de las vías no es el mejor.
Así, el 2 de enero pasado, 1400 pasajeros quedaron varados en la localidad santafecina de Díaz cuando la formación descarriló, sin provocar heridos. Durmieron en un club social cercano y al día siguiente fueron distribuidos en 20 micros que los trajeron a la provincia, donde arribaron más de 36 horas después de partir.
No es la primera vez que el tren descarrila. En Septiembre de 2009 también ocurrió un incidente similar, la formación descarriló. Paradas de hasta 10 horas en las vías son frecuentes, debido al mal estado del tendido ferroviario. El inconveniente es que las detenciones suelen producirse en parajes deshabitados, donde a veces ocurren robos, o simplemente se termina la comida o el agua a bordo.
¿Por qué viajar en tren entonces? La respuesta es sencilla: el precio. En la Argentina el salario mínimo ronda los $1.800. La sola idea de destinar el 44% del sueldo sólo en un pasaje a Buenos Aires para la mayoría de los tucumanos es impensable. En tren, ese porcentaje se reduce al 21% en camarote, y al 4,8% en clase turista.
La forma de viajar de los argentinos no hace sino revelar sus posibilidades económicas. Aceptar el ocaso de los trenes, mientras en el mundo florecen, subirnos a ellos en las condiciones de incertidumbre e inseguridad que representan, nos revela hasta qué punto estamos obligados a aceptar las condiciones que nos imponen, por no poder pagar las que nos merecemos.
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