domingo, 20 de febrero de 2011

La tragedia ferroviaria que conmovió a dos países

Cuando marchaban a una celebración en Buenos Aires, un tren repleto de cadetes chilenos chocó violentamente en la estación Alpatacal de La Paz.

Entre los restos se encontraron cuerpo


dó pasadas tragedias sobre rieles.


Ochenta años atrás, los mendocinos vivimos algo similar, la llamada ‘tragedia ferroviaria de Alpatacal’, que impactó tanto a nivel nacional como internacional.
Una invitación 
El 6 de julio de 1927, partió desde la estación de tren de Santiago de Chile una delegación de la Escuela Militar del vecino país. Respondía a una invitación enviada por el gobierno argentino, para asistir a la celebración por los actos del día de la independencia y a la inauguración del monumento al general Bartolomé Mitre. 

Pero nadie pensó, entonces, que este viaje terminaría en una catástrofe que enlutaría a dos países hermanos.

El tren de los cadetes
Desde la estación terminal de Santiago partió, en el tren de la línea BAP, la delegación de la Escuela Militar de Chile, compuesta por su jefe, el coronel J. M. Barceló, el mayor Héctor García, el ayudante capitán Carlos Meirelles y otros oficiales, entre ellos el director general de bandas Juan Casanova Vicuña. Viajaban, además, cadetes y la banda del Regimiento Nº 10 de infantería "Lautaro". 

Padres y familiares de los militares saludaron desde el andén y minutos después el convoy partió hacia Mendoza. Después de varias horas, y tras pasar el macizo andino, el tren que conducía a los cadetes llegó a las 23.45 a la estación mendocina.

La última cena
Al llegar a la estación, la delegación fue recibida por el gobernador de la provincia, doctor Alejandro Orfila, el senador electo Carlos W. Lencinas, el jefe militar del destacamento "Cuyo", coronel Ergasto Saforcada, funcionarios y público en general, quienes les dieron una bienvenida calurosa.

La banda militar de Chile, ejecutó algunas marchas y fueron recibidas por la banda del regimiento 16 de infantería, que se unió al son de diana. Al bajar de los vagones y dejar sus armas, los cadetes pasaron a la sala central de la estación, adornada con banderas argentinas y chilenas. Allí se les informó que tomarían un breve lunch. 

Brindaron con champán. La Escuela Militar chilena dio triple hurras a la República Argentina, al ejército y al pueblo de Mendoza, que fue contestado con vivas por el público.

Camino sin retorno
El tren especial partió de Mendoza pasada la medianoche. Estaba constituido por dos locomotoras con los números 1.407 y 1.516 conducidas por los maquinistas Avelino Bavio y José Guzzo, acompañados por los fogoneros Bordin y Quintana. 

Llevaban además un vagón jaula con caballos, 1 furgón, 1 coche de primera clase, 2 coches comedor y 10 coches dormitorio.

Todo estaba listo para marchar directamente rumbo a Buenos Aires. A la 0.55 del 7 de julio, los cadetes que iban a saludar la independencia argentina, partieron hacia un destino inesperado. 

En el camino, una espesa niebla comenzó a bajar muy cerca de la zona de la estación Alpatacal; el maquinista percibió la bruma y comenzó a disminuir la velocidad. En tanto, la mayoría de los pasajeros dormía...

Muy cerca de allí, el tren llamado Internacional, que venía desde Buenos Aires, permanecía detenido a unos 100 metros, esperando el cambio de vía. 

El maquinista Bavio vio demasiado tarde la otra locomotora, que surgió de pronto enfrente suyo, e intentó frenar. Pero nada pudo evitar que ambos trenes impactaran violentamente.
Ni bien se produjo el choque, las calderas de las locomotoras explotaron e inmediatamente los vagones se prendieron fuego. Nadie podía entender del todo lo que sucedía. De hecho, varios de los que estaban durmiendo fueron alcanzados por las llamas sin poder salir de las literas. 

Otros, en cambio, saltaron hacia las vías. En estos minutos se pensó que el tren se había detenido bruscamente por algún obstáculo en el camino, todos se quedaron quietos y sin atinar a nada, una voz desgarradora anunció la catástrofe. Un camarero gritó "¡mi hijo se está quemando!".

Entonces los cadetes se vistieron rápidamente, bajaron de los vagones traseros y se dieron cuenta de la triste realidad.

Cuerpos calcinados, gritos de jóvenes adolescentes y gestos de heroísmo se confundieron en pocos minutos. Los cadetes que se salvaron fueron los que venían en los vagones traseros. De los quincevagones que llevaba el tren, nueve quedaron destruidos.

El convoy medía unos 280 metros y quedó reducido solamente a 60 metros. El saldo de ese accidente fue de 30 muertos, entre ellos varios empleados de la empresa ferroviaria, como Tomás Bunting, Avelino Bavio, José Guzzo, Luis Bordín, Domingo V. Dodda y Victor Locoriondo. Algunos cuerpos no pudieron ser identificados porque quedaron carbonizados.

Cientos de heridos volvieron a Mendoza, en otro tren, para ser atendidos. Así, la celebración se ocureció de luto y el triste recuerdo cobró forma de monumento en nuestra provincia.
Los pasajeros del tren, en camino trunco hacia Buenos Aires

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