jueves, 11 de noviembre de 2010

El “expreso” de Shipaw


NOVIEMBRE 10, 2010
ESCRITO POR J. DEL OLMO

http://caminandoporelmundo.com

Me cree la necesidad interna de coger ese tren. No tenía porque hacerlo, de hecho era mucho más cómodo y rápido llegar a Mandalay desde Shipaw en autobús, pero yo había leído que era posible hacer ese trayecto en tren y que la experiencia podía merecer mucho la pena. Los viajes en tren me gustan, tienen algo de especial. Ya antes de subir al vagón, el “expreso” de Shipaw a Mandalay dejó de ser especial para convertirse en mágico…

En el más optimista de los escenarios, recorrer los aproximadamente 200 kilómetros que separan estos lugares lleva unas 10 horas (correcto, veo que estás muy rápido hoy, eso significa que el “expreso” mantiene una velocidad media de 20 kilómetros por hora). Pero claro, eso es como digo, en el mejor de los escenarios, ya que este tren es famoso por los enormes retrasos que es capaz de acumular. Yo, sin embargo tuve mucha suerte ya que el tren partió casi puntual, tan sólo con una hora y veinte minutos de retraso…

Sabía muy bien a lo que me exponía y acepté las consecuencias antes incluso de que se pudieran llegar a producir. Durante todo mi viaje he aprendido a disfrutar mucho de los trayectos entre un lugar y otro, entendiéndolos como una parte importante e interesante de un viaje. Suerte he tenido de aprender a verlo así, porque no me equivocaría mucho si dijera que uno de cada cuatro días de estos últimos cinco meses, lo he pasado en un tren, bus o barco. Así que me eché el saco de paciencia a la espalda y muy tranquilito llegué a la estación dispuesto a “empaparme” de todo lo que este día me pudiera ofrecer.

Las primeras consecuencias no tardaron en llegar. Myanmar es el país menos turístico que he visitado nunca, Shipaw no es precisamente la ciudad más turística de Myanmar y de los no muchos turistas que se ven por allí, no demasiados elijen el tren para salir. Por ello, cuando llegué a la estación no eran pocos los que me miraban como si hubiese aparecido el mismísimo Elvis Presley.
Y después de pasar un buen ratito en la estación, paseéndome arriba y abajo, apareció el tren!! Piiii, piiii…. ahí venía pitando como un loco, como queriendo meter miedo, no vaya a ser que atropellase a alguien, con la velocidad esa de relámpago  que trae, que parece que llega agonizando. Pero el revuelo empieza, la gente se levanta, últimas compras para el trayecto, frutas, algún bicho pinchado en un palo, auga…
Coloca al niño por ahí, que voy a ver si me da tiempo de hacer un pis...
Y el niño tiene menos complejos que la madre...
Asi que todos para dentro que nos vamos, abróchense los cinturones (del pantalón el que lo tenga…) y pónganse cómodos en los maravillosos asientos de madera que ponemos a su disposición, que en breves momentos se conectará el aire acondicionado, el que quiera apagarlo, que suba la ventanilla…
Y allí mismo, en uno de esos “confortables” asientos de madera me senté yo dispuesto a pasar las próximas diez horas de mi vida, disfrutando del bonito paisaje al ritmo del traqueteo de los vagones, que parecía que en cualquier momento ibamos a perder alguno. Más feliz que un regaliz…
La gente me seguía mirando curiosa, pensando vete a saber que, quizás que de donde era, o por qué sacaba tantas fotos de un tren al que ellos no le encuentran ningún atractivo.
Ellos me miran a mi, pero casi que yo les miro más a ellos… Me da por pensar en como sería un trayecto de 200 kms en un tren europeo, por ejemplo en España. Allí si que habría aire acondicionado, mucha gente encorbatada con portátiles y teléfonos de última generación, mucho siliencio y un tren que avanza a gran velocidad, cumpliendo el horario con exactitud.
Pero este tren no tiene nada que ver con todo aquello. Aqui nadie tiene ni siquiera un mobil, porque ese es un lujo al que muy pocos pueden acceder en Myanmar. El tren va parando en cada publecito, (bueno a veces también se para en medio de ningún lugar vaya usted a saber por que…) y suben y bajan mujeres cargadas de género para vender que llevan con gran maestría en la cabeza.
Y así iban pasando las horas de este curioso trayecto mientras yo mataba el tiempo pasando de vagón a vagón, hablando con unos y con otros siempre que tenía la oportunidad, disfrutando de su amabilidad y simpatía que me hacían sentir tan especial.
Algunos, los más lanzados se acercaban y se sentaban a mi lado. La conversación no daba para mucho, la verdad… siempre te suelen preguntar lo mismo, de dónde eres, cuantos años tienes, estás casado, cuántos días en Myanmar… De repente una mujer se acerca, me sonríe y me regala tres naranjas ante la risa generalizada de los que nos rodeaban. Yo no entiendo nada, pero supongo que es una vez más una prueba de la bondad de esta gente que tanto me ha impresionado. Yo sonrío y se lo agradezco mientras trato de hacerle entender que no es necesario, pero no hubo manera. Lo hizo de manera  totalmente desinteresada, quizás pensando que debo de estar hambriento, que se yo… Llámame flojo si quieres, pero ese gesto me llegó al corazón, no se si me pilló en un momento de flojera, pero no pude evitar emocionarme y no sabía donde meterme, donde mirar… Me chocaba tanto pensar que una señora que posee tan poco, se acercara a mi, sin conocerme de nada y me regalara tres naranjas, asi, sin más. Y allí me quedé yo, con las tres naranjas mientras todos me miraban, supongo que esperando a que las probara. Bien ricas que estaban…
El paisaje es super bonito, todo tan verde, con pueblos tan pequeños, niños jugando en las inmediaciones de la vía, túneles bajo los que el tren se queda en completa oscuridad.



Claro que al final las horas van pasando factura y el culo que se te queda plano como un sello. La tarde va cayendo y el tren se queda en tinieblas. Algunas horas después y de noche cerrada, llego a mi destino y me despido de unos y otros como si nos conocieramos de toda la vida. Llego ya muy cansado, pero me bajo de aquel tren super contento por haber pasado un día más rodeado de tanta gente encantadora. Efectivamente, la experiencia mereció mucho la pena…

No hay comentarios:

Publicar un comentario