domingo, 30 de octubre de 2011

El gran escenario europeo de los trenes en miniatura

Un millón de personas visitan anualmente en Hamburgo la exhibición de ferromodelismo Miniatur Wunderland.

Desde 2001, cuando el sueño de los hermanos Frederik y Gerrit Braun se hizo realidad en una antigua barraca de ladrillos rojos del puerto de Hamburgo –un edificio de cuatro pisos en el distrito de Speicherstadt, cerca de la terminal de cruceros– esta “utopía ferroviaria” que esMiniatur Wunderland fascinó a las familias, primero en Alemania y luego en toda Europa. A un costo de 12 millones de euros, los hermanos Braun y su equipo de artesanos construyeron el mayor sistema europeo de trenes a escala, controlado por 46 computadoras y montado sobre una maqueta de 6.400 metros cuadrados con paisajes naturales, ciudades, figuras humanas, efectos de luz y sonidos ambientales.
Un millón de visitantes anuales se detienen ahora ante la maqueta, que ya tiene 13 kilómetros de vías. Por allí circulan 930 trenes con 14.450 vagones que pasan por típicos paisajes de Suiza, Estados Unidos, Alemania y Escandinavia. Además de las vías, en Miniatur Wunderland hay 3.660 casas y puentes, 8.850 autos y camiones, 228.000 árboles y 215.000 figuras humanas repartidas en distintos sitios: estadios de fútbol, conciertos de rock, campamentos al aire libre, fiestas de carnaval, bares y viviendas. En la escena dedicada a Escandinavia no faltan barcos que navegan por un sistema de esclusas, mientras suben y bajan las mareas. En mayo de este año se inauguró el aeropuerto de Knuffingen –una de las nuevas secciones de la exposición– donde carretean y despegan más de 100 aviones y abundan los vehículos –coches, autobombas, ambulancias– que se mueven autómaticamente. Hay planes de expansión hasta el año 2020 para incluir en la maqueta paisajes de Italia, Francia, Inglaterra y Africa. Así se llegaría a los 20 kilómetros de vías, montados sobre una superficie de 10.000 metros cuadrados.
Pero además están los 150 botones que el público puede apretar para “interactuar” con algunas de las escenas montadas. Por caso, el botón para que esos personajes sentados en una cervecería hagan un brindis, o ese otro que permite hacer un gol en el estadio de fútbol de Hamburgo.
En realidad, los trenes en Miniatur Wunderland son una excusa para contar historias, con pequeñas viñetas humanas situadas en un mundo utópico. Claro que los hermanos Braun son hijos de la generación de 1968 y en una época manejaron la discoteca “Voilá”, una de las más populares de Hamburgo. Por eso el “impulso utópico” de su ferromodelismo tiene un humor irónico, realismo y una gran atención por los detalles. Se ven accidentes que provocan embotellamientos de tránsito mientras los trenes pasan de largo. Se ven fantasmas que se escapan de una iglesia y transeúntes mirones que sacan fotos a parejas que se están besando.
Aunque algunas construcciones son imaginarias, muchos edificios reales están representados fielmente. Es el caso del castillo Chillon frente al lago Leman en Suiza, o varios sitios históricos de Hamburgo, como la estación central, el estadio Imtech Arena, los muelles portuarios de Saint Pauli o la iglesia Saint Michaels. No faltan sitios icónicos de Estados Unidos como el Gran Cañón del Colorado, la ciudad de Las Vegas, Miami o el centro espacial de Cabo Cañaveral.
La maqueta tiene un detallismo a prueba de obsesivos. La luz de los autos –prenden sus luces rojas traseras al frenar– es distinta de la iluminación de las viviendas y los faroles de sodio que se ven en las calles. Cuando las locomotoras de vapor del Union Pacific Railroad trepan por las montañas Sherman Hills en el paisaje de Wyoming, se siente la respiración de sus calderas y el ruido de los frenos. El área dedicada a Alemania va más allá de Hamburgo, hacia las cumbres del Harz donde los trenes caracolean entre grutas y estalactitas. En las montañas alpinas de Suiza se ve el tren de trocha angosta de Graubünden y el Matterhorn Gotthard Bahn, con esquiadores en sus teleféricos.
En la tienda de recuerdos de Miniatur Wunderland se pueden comprar libros y también juguetes ferroviarios. El edificio tiene dos auditorios, bares y muchas comodidades para las familias con chicos. La exhibición funciona los 365 días del año en horarios amplios, pero conviene evitar los fines de semana y las vacaciones escolares. La entrada puede reservarse por Internet, cuesta 6 euros para los chicos y 12 euros para los adultos. Es un precio bajo para tanta fantasía

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