miércoles, 10 de agosto de 2011

El último tren


ANTONIO MERCADER
Qué trabajador uruguayo tiene la chance de trabajar en una empresa privada y si le va mal recuperar el empleo público que antes tenía?", inquirió el ministro de Transporte y Obras Públicas, Enrique Pintado.
Los privilegiados destinatarios de su pregunta son los funcionarios de AFE que se resisten a aceptar que el ente se convierta en una empresa pública que actúe con normas de derecho privado.
Aunque el gobierno les asegura que sus cargos no peligran y que sólo así se salvará AFE, desde el gremio denuncian lo que califican de "privatización encubierta". El gremio, la Unión Ferroviaria, rechaza los cambios propuestos por el gobierno para dotar al ente del capital privado necesario para relanzarse.
Tan obcecada es su oposición que amenazó con boicotear el viaje inaugural de la línea Concordia-Salto que a fin de mes traerá a bordo a la presidenta Cristina Kirchner.
José Mujica anunció que la esperaría con flores en la mano, pero corre el riesgo de que se le marchiten si la espera en el andén de Salto se prolonga mucho a causa de las medidas sindicales. El riesgo existe si se considera que en el pasado fin de semana la Unión Ferroviaria intentó trabar un viaje piloto entre esas dos ciudades. Finalmente, un ferrocarril se adentró en suelo uruguayo bajo la inusitada conducción de un maquinista argentino.
En verdad, Mujica está comprometido con el tema. A poco de asumir anunció que en dos años habría trenes de carga circulando a 60 kilómetros por hora.
Cuando se acerca el vencimiento del plazo el anuncio presidencial sólo parece viable para pocos tramos y a menor velocidad. Y lo peor del caso es que el gremio se mantiene en sus trece respaldado por el Pit-Cnt que inscribió la lucha de la Unión Ferroviaria en lugar destacado de la plataforma del paro general parcial decretado para el próximo martes.
Ante ese panorama, Mujica retiró al ministro Pintado y su equipo de las negociaciones para poner en juego a un hombre de su riñón, el "embajador itinerante" Julio Baraibar quien tendrá una delicada tarea por delante.
Es que agitando viejas consignas contra la privatización y evocando a los piratas capitalistas de parche y garfio, los sindicalistas hacen aquí una errada cuestión de principios en un mundo en donde hasta los países comunistas privatizan empresas al barrer o las asocian al capital privado.
Pero esto es lo que hay, y con ello deben lidiar los gobernantes del Frente Amplio que cuando eran opositores bien que procuraron obstruir toda tendencia privatizadora al grito de guerra contra el neoliberalismo. Por esa razón, a sus aliados de otrora, como la Unión Ferroviaria y el Pit-Cnt, les cuesta digerir ese cambio de paso inspirado por la madre necesidad y por eso que la izquierda llama "cultura de gobierno".
"Si todo queda igual, AFE estará condenada al fracaso", había advertido el ministro Pintado. Ahora le toca a Baraibar conseguir que los gremialistas depongan sus periclitados principios y comprendan de una vez que si no transan perderán el último tren.

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