sábado, 6 de agosto de 2011

Catalunya - Historias ferroviarias


El segundo día de corte de vías en Sants demuestra que el viajero asume las molestias con heroica abnegación

Una informadora de L'Hospitalet sufre el robo del bolso en la estación


Josep Maria Perelló se ha levantado temprano. Vive en Reus y tiene hora en la Clínica Barraquer de Barcelona, donde tienen que mirarle esos ojos que llevan 80 años observando el mundo. Ha salido de casa poco después de las siete de la mañana y a las 10.15 horas ya estaba en Sant Gervasi. Camisa azul de manga corta, gafas colgando del cuello, pelo bien conservado, mocasines y una bolsa de plástico reciclado en la que debe llevar las pruebas médicas. Josep Maria, un tipo previsor, es uno de los 150.000 afectados diarios por el corte de vías en Sants. Cabría esperar algo de indignación y enfado, pero en su caso hay comprensión y querencia por salir de la comarca. «Si las cosas se tienen que hacer y son para bien, más vale que sea cuanto antes. Y además le he conocido a usted, que es zurdo como yo y eso está muy bien». En esto de las molestias ferroviarias, hay quien también sabe poner la otra mejilla.

Los 303 informadores desplegados por la red de Rodalies, la mayoría gente joven, son, al margen del viajero, los que más van a padecer estos 24 días sin trenes hacia el sur. En el túnel que lleva a la L-5, un chico con peto que tendrá unos 25 años lleva cinco horas aguantando los denunciables 35 grados de temperatura del subterráneo. Con un pie apoyado en la pared, cuenta que tiene prohibido hablar con los medios: «Del trabajo que hacemos no te puedo decir nada, pero del calor, pregúntame lo que quieras».
En Sants, Melisa y Mauro, dos argentinos mochileros de 30 años, buscan el metro para ir al aeropuerto. Se les explica que aquí no hay de eso, que la ciudad está en ello, que El Prat tiene las comunicaciones algo desatendidas y que tienen que coger ese bus rojo que espera fuera porque el tren que tarda más de media hora tampoco está operativo. «¿Pero ese bus no es de los que van por la ciudad?»,requiere ella. Tienen un vuelo a Lisboa en un par de horas, así que optan por subir al vehículo de TMB y seguir sin entender nada.
En la estación de L'Hospitalet, una informadora se acaba de dar cuenta de que le han robado el bolso.«Hay madre... lo dejé ahí hace menos de un minuto...» Muy apurada, sigue atendiendo a la gente, la mayoría turistas. Por suerte, los locales ya se han quedado con la copla. El joven Jordi Valls llega cargado con alforjas tras dos días de ruta. La bici la ha dejado en el delta del Ebro. Ha venido en Rodalies. Y ahora sigue el metro. «¿Pero esto es solo hoy?» ¿Hasta el 28? Bueno, yo me voy a la Costa Brava».

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