Ahora está restaurando la locomotora y sueña con aprenderla a manejar y hacer fiestas allí.
Ir a la ciclovía y viajar en el tren turístico de la Sabana. Esos son los planes favoritos de Steve Cossey, un ingeniero inglés que visita Bogotá por temporadas.
Se hospeda en un hotel de la calle 70, y disfruta tener cerca su oficina, así como los restaurantes de la zona rosa y la zona G.
A Cossey le gusta explorar Bogotá por medio de la ciclovía. "Es una forma excelente para hacer ejercicio sin notarlo -dice-. También me gusta ver a las personas y escuchar a los músicos en la calle", sostiene.
Bogotá lo enamoró con las locomotoras a vapor de la empresa Tren Turístico de la Sabana (Turistren). De hecho, a finales de abril de este año le compró una a la compañía, la número 8. "Es la única que queda en su especie en Colombia", asegura, sonriente.
Su tren cubrirá la ruta La Caro, Cajicá, Zipaquirá, Briceño, por un convenio con Turistren (operador de la vía).
La locomotora número 8
La locomotora número 8
Steve vivió en Inglaterra hasta los 21 años. De niño, en la década de los 60, su pasatiempo era el 'trainspotting' (avistamiento de trenes) en la línea que comunica Londres con Escocia.
"Con mis amigos, teníamos un cuaderno y allí anotábamos el número del carruaje y el tipo de tren que pasaba", relata.
"Con mis amigos, teníamos un cuaderno y allí anotábamos el número del carruaje y el tipo de tren que pasaba", relata.
Su gusto por las locomotoras no se desvaneció con el paso del tiempo. Hoy, con su juguete de 90 años y 8 metros y medio de largo, está feliz. Una vez esté restaurado, "mi idea es usarlo para que la gente haga fiestas privadas o reuniones durante la semana", dice Cossey y agrega: "también quiero aprender a manejarlo".
De hecho, la curiosidad por saber cómo era la cabina de una de las máquinas de Turistren le permitió conocer a Eduardo Rodríguez, gerente de la compañía y enamorado de los trenes. "Eduardo me dijo: 'tengo cinco locomotoras en venta. ¿Conoce a alguien interesado en adquirirla?' Y a mí me gustó la más pequeña", relata Steve.
Su locomotora data de 1921 y cubrió la ruta Bogotá, Zipaquirá, Chiquinquirá, Barbosa. Pero quedó en el olvido cuando "los ferrocarriles empezaron a abandonar el vapor y se pasaron a diesel", cuenta Eduardo.
Hasta abril pasado, la número 8 no se había movido de su puesto en 16 años. A la intemperie en la Estación de la Sabana, la estaba devorando el óxido y le crecían plantas en las ruedas y la cubierta.
"Lleva unos 35 años sin operar. Antes de llegar a la Estación, permaneció 20 años en los talleres del Corzo, en Faca. Steve es la primera persona que me compra un tren. Es un romántico de la locomotora", agrega Eduardo.
"Lleva unos 35 años sin operar. Antes de llegar a la Estación, permaneció 20 años en los talleres del Corzo, en Faca. Steve es la primera persona que me compra un tren. Es un romántico de la locomotora", agrega Eduardo.
En menos de siete meses, Steve espera ver su tren en marcha, gracias a las labores de restauración de Federico Reynales, un hombre con más de 45 años de experiencia en el sistema ferroviario.
Reynales se había 'retirado' hacía 10 años -aunque estaba trabajando en Perú y El Salvador-, pero volvió para hacer silbar de nuevo la número 8.
Reynales se había 'retirado' hacía 10 años -aunque estaba trabajando en Perú y El Salvador-, pero volvió para hacer silbar de nuevo la número 8.
"Puede más el amor por las locomotoras", dice sobre por qué no ha dejado de trabajar y añade que lo más difícil en el proceso de devolverle la vida a este tren ha sido "la fabricación de piezas, porque no hay mapa. El plano lo tengo aquí", y se toca la sien, con una sonrisa.
Steve visita la Estación de la Sabana, en el centro, por lo menos una vez a la semana. Le gusta ir porque además de "viajar en el tiempo 100 años" y olvidarse del murmullo de los carros, puede ver cómo avanza la restauración.
"Es como un gran rompecabezas. Parecen los restos de un naufragio, pero luego se verá bien", dice Steve, confiado del trabajo de Federico.
Aunque sus amigos le dicen que está loco por haber hecho esta inversión, él está orgulloso de haber cumplido su sueño: "No me importa si deja ganancias o no. Tampoco sé si vendré a vivir a Bogotá. Sé que no me la quiero llevar a otro país". Él sólo espera ver restaurada su locomotora para ponerla a caminar, mientras hace 'chú' 'chú' 'chú'.
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