miércoles, 22 de junio de 2011

Por siempre ferroviario

Desde 1986 Ezequiel Clemente Coscueta está jubilado del ferrocarril, ingresó en el año 1950 como ayudante de calderero, tenía 24 años y ese mismo año se casó con Sulema, adoptando Laguna Paiva como lugar de residencia.

Por Cristina Mix
Redacción El Santafesino
Era requisito indispensable para entrar a trabajar al taller ferroviario haber cursado escuela primaria completa, por lo que Ezequiel hizo sexto grado en Laguna Paiva antes de su ingreso, además exigían afiliación al peronismo. “Nunca tuve suspensión, me mantuve al margen, trabajando con responsabilidad y la UCR en el alma”, comentó Ezequiel Coscueta. 
Fuente: El Santafesino


Desde 1986 Ezequiel Clemente Coscueta está jubilado del ferrocarril, ingresó en el año 1950 como ayudante de calderero, tenía 24 años y ese mismo año se casó con Sulema, adoptando Laguna Paiva como lugar de residencia.
Ezequiel Coscueta vino de Campo Andino, donde fue a la escuela Nº 33 hasta tercer grado. Las clases en esa localidad se daban hasta ese nivel, sus padres lo enviaron varios años al mismo grado, “Para que no esté en la calle o por gusto nomás”, dijo Ezequiel mientras mostraba recuerdos que atesora, boletas de sueldos, carnet ferroviario, banderines, distinciones, recortes de diarios, fotos, documentos y otros elementos.
Era requisito indispensable para entrar a trabajar al taller ferroviario haber cursado escuela primaria completa, por lo que Ezequiel hizo sexto grado en Laguna Paiva antes de su ingreso, además exigían afiliación al peronismo. “Nunca tuve suspensión, me mantuve al margen, trabajando con responsabilidad y la UCR en el alma”. Durante 37 años estuvo en la sección calderería escalando categoría desde ayudante a, oficial. Se fabricaban piezas de hierro para los vagones, se reparaban los vagones vineros, se modificaban montando los toneles sobre plataforma, al termino se los llevaba a levante donde se colocaban los boggie, luego a pinturería y letrista, hasta alcanzar el visto bueno, el calderero se hacía con la práctica en una cadena de trabajos en continuidad de turnos donde la caldera de usina generaba luz a todas las secciones (39) de lunes a sábados, donde en los talleres se llegó a ocupar 1.700 obreros, de los cuales muchos eran de distintas localidades y llegaban en tren. “Para nosotros era una fuente de orgullo que impartía seguridad”, dijo Coscueta, con pesar.
Alguien que ha vivido, que ha visto un pueblo ferroviario que se resistía a creer que un día esos grandes talleres se iban a cerrar. Interrogar a la historia para entender el presente y proyectar el futuro frente a una sociedad que crece y se moderniza, imagen de otras épocas, memoria de otros.
Centenario de la estación de trenes 1908-2008
Fueron varias reuniones, entrevistados en la municipalidad, Ezequiel Coscueta y otros jubilados ferroviarios contaron detalles, anécdotas, descripciones para preparar una puesta en escena en vivo, dirigidos y acompañados por director y actores de Rosario. Se realizó el 7 de Noviembre de 2008 “Homenaje a los Hombres del riel” en la estación de trenes.
Todas las oficinas estaban instaladas como museo con objetos que guardan las familias, fotos y elementos de aquella época, un canillita voceando diarios de entonces, un manisero con un carrito repartiendo la mercancía a un público asombrado, chicas vestidas de antaño, caballeros extranjeros hablando distintos idiomas, linyeras, vendedoras de pan y otros, mezclados con la multitud presente, conversando con todos mientras se desplazaban por la estación.
Al frente del andén central una enorme pantalla proyectaba una película filmada dentro del taller, al término, el jefe de estación tocó la campana el cambista hamacando su brazo de un lado a otro con una lámpara, de pronto la locomotora rugió y apareció con su luz encendida era una máquina diesel chica con un vagón de carga.
Las puertas abiertas, dentro un grupo de viejos ferroviarios vistiendo sus guardados trajes de trabajo color azul, bajaron por la escalerilla, las artistas haciendo de novias y esposas recibiéndolos, teatralizando junto a ellos , el auxiliar cargaba equipajes en la diabla de dos ruedas, músicos con guitarras y acordeón, hasta que el guarda del tren con megáfono anunció la partida, estuvieron el tiempo que el tren se detenía, cuando partió y todo terminó se apagaron las luces y lentamente la oscuridad y el silencio se instaló nuevamente como un fantasma en la estación de trenes.
Ezequiel Coscueta emocionado con la ternura de quien se siente escuchado, recuerda ese día, un ferroviario más participando en sus propias vivencias. Fue distinguido con reconocimientos, trofeos y agradecimientos. Realidad y recuerdos de un camino de pueblo y gente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario