Su peso es mucho menor que el de otros trenes por el material en el que están fabricados, en aluminio y no en acero, y porque llevan menos ejes que los demás. Hablamos de una diferencia de entre 80 y 100 toneladas en una composición de 200 metros. Si a eso se le suma que sus ruedas van guiadas sobre la vía, generando menor rozamiento y fricción con los railes, se puede asegurar que Talgo tiene los trenes «más ecológicos y menor consumo» del mercado.
A esto se añade su versatilidad para amoldarse a cualquier ancho de vía gracias al sistema de rodadura desplazable. Es así casi desde sus inicios. El mismo tren sirve para líneas de alta velocidad, convencionales de España, internacionales o rusas, evitando transbordos. Su planteamiento va en contra de lo que sería el principio del ferrocarril: dos ruedas montadas rígidamente que no se puedan desplazar nunca. Pero funciona. En 1968, en noviembre, se hizo el primer trayecto Madrid-París sin mover a los viajeros en la frontera. «A partir de ahí, Renfe encarga los primeros trenes RD (rueda desplazable) y empieza el servicio Barcelona-Ginebra», recordó López Gómez. Eso que desde sus inicios se hacía en los coches, a partir de 1995 se aplicó también a las cabezas motrices. Desde entonces, llevan más de 8 millones de cambios sin accidentes.
No es la única apuesta que mantienen desde sus orígenes. La accesibilidad es otro de sus puntos fuertes. «Al Talgo se entra, no se sube. Yo he visto a gente mayor sentada en los escalones para bajarse. Eso en nuestro caso no pasa», concluyó.
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