La empresa Ferrovías, del grupo Emepa propiedad del empresario argentino Gabriel Romero, desembarcó en el negocio ferroviario de Perú. Lo hizo a través de un consorcio también integrado por la firma peruana Graña y Montero, uno de los principales holdings de ese.
Ambos se adjudicaron ayer la licitación para la operación y mantenimiento por 30 años del primer tren urbano de Lima, que demandará una inversión mayor a u$s 290 millones.
El grupo Emepa tiene lazos cercanos con el gobierno kirchnerista y participa en diferentes sectores de la economía como la Hidrovía del Río Paraná, metalurgia, agronegocios, desarrollo inmobiliario, publicidad en vía pública y mobiliario urbano, higiene urbana y transporte ferroviario.
Ahora, junto a su socio peruano ganó la licitación que se definió por un mejor puntaje respecto a la combinación de los componentes del factor de competencia, un menor precio por kilómetro garantizado, la realización un taller de mantenimiento mayor de 8.000 m2 y la compra de 19 formaciones ferroviarias.
Según los pliegos, el tren de Lima permitirá mejorar la calidad del transporte de la capital peruana donde habitan cerca de 8.5 millones de personas. Tendrá una extensión 33,8 km de vía doble, contará con 26 estaciones nuevas y utilizará 24 formaciones eléctricas que permitirán transportar unos 210.000 pasajeros diarios.
Se trata de una de las obras emblemáticas de la gestión del presidente Alan García y fue desarrollada bajo la órbita de la empresa estatal Agencia de Promoción de la Inversión Privada (Proinversión). De hecho, las obras de este tren eléctrico se habían iniciado durante el anterior gobierno de García, de 1985 a 1990, pero fueron paralizadas a raíz de la crisis económica que afectó al final de ese régimen. Tras su regreso al poder, en 2006, el mandatario anunció la reanudación del proyecto cuya intención es crear un moderno sistema de transporte urbano que ayude a solucionar el congestionado tráfico limeño.
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