Las locomotoras han gozado del privilegio de viajar por todo el mundo a la cabeza de trenes de pasajeros, alimentos o materiales. Las historias y vivencias de muchas de ellas son significativas. Sirvan de ejemplo las que trasladaron desde las provincias a la capital a los intelectuales de la Generación del 98, la que transportó a la División Azul al frente ruso en la II Guerra Mundial o a los novelistas y poetas de la Generación del 27 rumbo al exilio.
La estación de Delicias de Madrid, sede del Museo del Ferrocarril, es uno de esos lugares en los que el visitante siente que el tiempo se ha parado. El diseño de su estructura metálica, que se debe al ingeniero francés Emile Cacheliévre, se conserva como en 1880, cuando fue inaugurada por Alfonso XII. La amplitud de su interior, el frío intenso que despiden sus muros y el fuerte olor de las locomotoras y coches de viajeros que alberga despiertan nostalgia y curiosidad a partes iguales.
La disposición de las piezas expuestas, sobre raíles, invita a imaginárselas en marcha o a visualizar a viajeros que descienden de ellas mientras sus familiares, parejas o conocidos aguardan el momento de verlos. A juicio de Francisco Polo, jefe de investigación histórica de este museo, no hay duda de que esta estación “tiene mucho que contar”.
Del vapor a la electricidad
El recorrido que propone este museo por la estación, la primera en Madrid que fue erigida con carácter monumental y con vocación de tráfico internacional, arranca con un paseo en paralelo a las locomotoras de vapor, cuyo tamaño, funcionamiento y diseño, algunas de vivos colores, apabullan. La más antigua data de 1863 y las más moderna, de 1950, fecha en la que dejaron de fabricarse en España.
El recorrido que propone este museo por la estación, la primera en Madrid que fue erigida con carácter monumental y con vocación de tráfico internacional, arranca con un paseo en paralelo a las locomotoras de vapor, cuyo tamaño, funcionamiento y diseño, algunas de vivos colores, apabullan. La más antigua data de 1863 y las más moderna, de 1950, fecha en la que dejaron de fabricarse en España.
Origen y destino de la vía Madrid-Lisboa, por la estación de Delicias pasaron muchos tipos de ferrocarriles. Sin embargo, no siempre fueron de factoría española. Polo afirma que “la mayoría de locomotoras hoy expuestas son de origen inglés, belga o francés, ya que en España esta industria no se desarrolló hasta los años 20”. No sólo las hay de vapor. A éstas le acompaña una muestra de máquinas eléctricas, de las que se conmemora este año el centenario de su llegada a España.
Más tarde, con el estallido de la Guerra Civil, el tráfico quedó bloqueado. Polo lo explica: “Durante los años de la contienda, la cercanía de los frentes de guerra obligaron a mantener la estación prácticamente sin operación, aunque parte de la circulación continuó operando gracias a enlaces ferroviarios”.
'La Merilyn' y el progreso
Durante la posguerra y hasta que España salió de la autarquía, “la estación de Delicias quedó en un fondo de saco”, dice Polo. Fue entre los años 60 y 70 cuando Renfe la incluyó en sus planes de modernización, que contemplaban transformarla en un museo, inaugurado en 1984.
Durante la posguerra y hasta que España salió de la autarquía, “la estación de Delicias quedó en un fondo de saco”, dice Polo. Fue entre los años 60 y 70 cuando Renfe la incluyó en sus planes de modernización, que contemplaban transformarla en un museo, inaugurado en 1984.
La ayuda que había recibido España por parte de Estados Unidos para combatir la pobreza del país también se dejó notar en la industria ferroviaria. Así, por ejemplo, este museo conserva una de las locomotoras que los estadounidenses nos hicieron llegar en los años 50, apodada 'la Merilyn'.
Pero, ¿por qué ese nombre? Polo tiene la respuesta: “Era muy habitual que estas piezas tuvieran apodos”. En el caso de 'la Merilyn', “se la llamó así porque cuando llegó era de color blanco y a los maquinistas les recordaba al vestido blanco de Marilyn Monroe en La tentación vive arriba, además de porque cuando tomaba las curvas se contoneaba como ella”, explica este experto. Otros sobrenombres de locomotoras fueron “cocodrilo”, por su forma antropomorfa, y “bañera”, por su morro redondeado y sus caras laterales rectas.
Hogares sobre ruedas
El paseo por esta historia del ferrocarril se completa con una selección representativa decoches de viajeros. Polo destaca de todos ellos los coches-salón, utilizados en el siglo XIX, de gran lujo, con baño y habitación y en los que no faltaba una trabajada tapicería y una engalanada decoración. Difieren de ellos los coches de tercera, con asientos de madera sin calefacción ni comodidades. Un modelo que fue superado con la llegada del Talgo en los años 50, de patente española y cuya ligereza e interiorismo, similar al que lucen los ferrocarriles hoy en día, cambió el modo de viajar.
El paseo por esta historia del ferrocarril se completa con una selección representativa decoches de viajeros. Polo destaca de todos ellos los coches-salón, utilizados en el siglo XIX, de gran lujo, con baño y habitación y en los que no faltaba una trabajada tapicería y una engalanada decoración. Difieren de ellos los coches de tercera, con asientos de madera sin calefacción ni comodidades. Un modelo que fue superado con la llegada del Talgo en los años 50, de patente española y cuya ligereza e interiorismo, similar al que lucen los ferrocarriles hoy en día, cambió el modo de viajar.
En plena transformación es como se encuentra ahora el Museo del Ferrocarril, después de que en julio del año pasado cambiara su dirección. Polo afirma que esta institución está viviendo “un plan de reordenación de la colección que contempla la prestación de nuevos servicios, como la inauguración de una biblioteca”.
Sin embargo, la falta de espacio continúa siendo un gran impedimento para las aspiraciones de este tipo de museos. El volumen de las piezas expuestas supone una limitación y obliga a ubicar los excedentes en los alrededores, como ocurre en Delicias, a la espera de que sirvan para otros ferrocarriles o bien para ser restauradas, una tarea en la que pone empeño esta institución, pero que requiere de tiempo y esfuerzo humano, dado que no basta con engalanarlas, también hay que hacerlas funcionar, a la espera de que la imaginación haga el resto.
El museo: abierto de martes a domingo de 10:00 a 15:00 horas. Precio: 5 euros
El Tren de la Fresa: presta servicio en mayo, junio, septiembre y octubre. Precio: 26 euros/adultos y 18 euros/niños. Sale desde el Museo del Ferrocarril.
El Tren de la Fresa: presta servicio en mayo, junio, septiembre y octubre. Precio: 26 euros/adultos y 18 euros/niños. Sale desde el Museo del Ferrocarril.
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