martes, 2 de noviembre de 2010

Viajar con estilo: El encanto de las estaciones de tren de París

Cambiar de trenes en París podría ser un tortuoso inconveniente, pero merece la pena tomarse un tiempo para recorrer las estaciones. Si uno presta un poco de atención, puede descubrir algunas joyas de la edad dorada de los viajes en ferrocarril.

Ninguna ciudad europea alberga hoy en día tantas estaciones de tren como la capital francesa. Los trenes de larga distancia tienen sus salidas y llegadas desde seis terminales diferentes diseminadas en el centro de la ciudad.

"En el siglo XIX, las compañías privadas de ferrocarril decidieron unir las vías con las provincias a partir de un patrón con forma de estrella centrado en París", explica Gustave Mercier, un usuario frecuente de la red oriundo de Alsacia.

Muchos viajeros se maravillan con estas construcciones que asemejan residencias aristocráticas de la era feudal. El opulento estilo arquitectónico era deliberado, pues los viajes en tren quedaban reservados a las clases más pudientes hace 150 años. Los pasajeros esperaban en salones junto a los andenes y almorzaban en pomposos restaurantes.

En especial, una de estas estaciones parisinas es un paraíso para los amantes del arte: la antigua estación de la Gare d'Orsay, a la orilla izquierda del Sena, alberga actualmente el Musée d'Orsay y sus impresionantes pinturas. "Es impensable que hace 40 años quisieran demoler este bello edificio", dice Therese Roussel, estudiante de arte.

Una compañía construyó la estación de ferrocarril para los pasajeros del suroeste de Francia que viajaran a la Exposición Universal de 1900. No había humeantes locomotoras ya que los motores eran de propulsión eléctrica, toda una sensación para la época. Junto a la estación había un hotel de lujo.

Al pintor impresionista Claude Monet le fascinaba en cambio otra estación, la Gare Sain Lazare. "La pintó 12 veces", dice Roussel. Aún hoy sigue llevando a los viajeros que se dirigen a la costa y a los puertos del Canal de la Mancha.

La Gare de l'Este y la Gare du Nord son los puntos de llegada de quienes viajan desde el extranjero. Y muchos turistas fotografían la bella fachada neoclásica de la estación del norte, construida en 1864.

Sin embargo, si uno planea viajar al Mediterráneo desde París, debe ir a la Gare de Lyon. Además, "la Gare de Lyon tiene el restaurante más bonito y mejor de Europa", señala el empresario londinense Sean Peters, que viaja con frecuencia a Marsella y se toma su tiempo para cambiar de trenes.

Este templo de gourmets se llama Le Train Bleu (el tren azul), el mismo nombre del lujoso expreso que una vez viajó hasta la costa Azul. Ahora, en la primera planta de la estación, la "belle epoque" sigue viva: techos altos, frescos, lámparas de araña, muebles de finales del XIX y principios del siglo XX, mesas vestidas con manteles blancos y camareros con uniforme tradicional recrean la elegante atmósfera del pasado.

Finalmente, quienes se dirijan a las regiones del centro de Francia tendrán que ir a la Gare d'Austerlitz. Desde allí salen también los trenes nocturnos hacia Madrid y Barcelona.

La única estación parisina que ha renegado de su herencia arquitectónica es la Gare Montparnasse. Los trenes franceses de alta velocidad (TGV) parten desde aquí hacia distintos destinos en la costa atlántica. Pero hace 20 años, la estación recibió una moderna fachada de cristal... para el horror de muchos fans de las estaciones de tren.

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