El tren se detiene en medio de la nada, con un silbido. La estación de Cocentaina apenas merece ese nombre: es una simple caseta de ladrillo de seis metros cuadrados, con dos bancos de piedra. En realidad, el convoy solo se detiene si un pasajero ha solicitado la parada, o si el maquinista vislumbra a algún viajero esperando junto a la vía.
El tren ha salido hace tan solo cinco minutos de Alcoy, una ciudad sobre la que vuelve a planear la amenaza del aislamiento: como ya ocurriera en los años 90, Renfe estudia eliminar definitivamente la línea Alcoy-Xàtiva por su escasa rentabilidad (al igual que sucede con el tramo entre Utiel y Cuenca, que se solapará con el AVE), ya que da servicio a menos de 100.000 viajeros al año. Más allá de los criterios económicos, estos 60 kilómetros de vía férrea constituyen para la ciudad alicantina, ya de por sí aislada por su difícil orografía, la principal conexión con las comarcas del interior de Valencia.
Pocas frecuencias
Apenas viajan 15 personas en los tres vagones que han salido de la «ciudad de los puentes» a las 3.20 de la tarde. Como es jueves, la mayoría de los pasajeros son estudiantes de la extensión universitaria de la UPV en Alcoy, que regresan a casa para pasar el fin de semana.
Desde hace seis meses, Raquel se pasa media vida subida al tren. Vive en Valencia y trabaja en el centro de salud de Ontinyent y en el hospital de Xàtiva, por lo que a diario recorre la distancia entre las tres ciudades, escuchando música en el MP3. «Tardo dos horas y media en hacer el trayecto», explica, «porque la línea tiene pocos horarios —sólo cuatro frecuencias al día— y malas conexiones. Pero si la quitan, tendré que comprarme un coche para ir a trabajar».
Deficitaria
«Las líneas más rentables deberían servir para financiar las que no lo son. A mí el tren me va fenomenal porque así me evito coger el coche», afirma David. Tiene 26 años y estudia cuarto de Ingeniería Eléctrica en el campus de Alcoy. Desde allí, tarda algo menos de una hora en llegar a casa, en Benigánim.
Reconoce que ha mejorado mucho el estado de los vagones —no tienen nada que envidiar a los de la mayoría de Cercanías—, aunque falta información: no hay letreros ni megafonía que avisen al viajero de las paradas. «Si viajas de noche y no conoces la línea, es muy fácil que te confundas de estación», explica. Junto a las puertas, solo una pegatina con las principales líneas de Renfe, entre las que no aparece la de Alcoy-Xàtiva.
La amenaza de aislamiento ha perseguido durante el último medio siglo a la capital de la comarca de l'Alcoià, uno de los principales núcleos industriales de Alicante. En su estación —hoy transformada en sede de la Cruz Roja— una placa todavía recuerda la llegada del primer tren procedente de Xàtiva en 1904.
Tras la guerra civil, el Gobierno de Franco inició las obras para prolongar la línea hasta Alicante, pero el proyecto quedó paralizado en los años 50, cuando solo faltaba colocar la vía. Aunque el tren nunca llegó a circular, el trazado incluye numerosos túneles y obras como el impresionante Puente de las Siete Lunas, próximo al parque natural de la Font Rotja.
Medio siglo antes, en 1893, había comenzado a operar una línea de tren entre Alcoy y la costa valenciana, explotada por la compañía británica «Alcoy to Gandia Railway & Harbour Co. Ltd». Transportaba carbón desde el puerto valenciano hasta la entonces floreciente industria alcoyana. La vía recorría el valle del río Serpis, con siete túneles y doce puentes. Pero este ferrocarril dejó de circular en 1969, también, por su escasa rentabilidad.
Ahora puede correr la misma suerte la línea de Xàtiva, el último camino de acero de Alcoy. En la estación de Ontinyent se apean Fran, que estudia Arquitectura Técnica en el campus de Alcoy, y Josefina García, de 77 años. «Suelo coger el tren para ir a Valencia casi todas las semanas», explica Josefina, «si me lo quitan, tendrán que venir a buscarme mis hijas».
Diez meses de plazo
Arturo continuará el trayecto hasta Valencia, desde donde se desplaza cada semana para ir a clase a Alcoy. «Para mí coger el tren es el último recurso», señala, «porque tiene muy mala combinación. Siempre que puedo, hago el viaje en el coche de algún compañero. Pero hay mucha gente en la zona que depende de esta línea, sería una barbaridad que la quitaran». En cambio, ésta es la primera vez que toma el tren Martín, de 28 años. Aunque es francés, desde hace varios meses trabaja en Altea en un programa de la Unión Europea. «En Francia ocurre lo mismo», señala, «están desmantelando las líneas de tren que son menos rentables. Pero eliminar servicios públicos perjudica ahora más que nunca a la gente, a causa de la crisis».
El futuro de las conexiones Alcoy-Xàtiva y Utiel-Cuenca se decidirá en diez meses. El 30 de noviembre, Fomento presentará un estudio sobre la viabilidad de varias líneas en entredicho, y se analizará cuáles pueden optar a fondos europeos para garantizar su supervivencia.
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