En la provincia de Buenos Aires hay pequeñas localidades no urbanas que han sido relegadas con el paso del tiempo, a partir de que el ferrocarril dejó de pasar por esos poblados. Algunas de ellas lograron reinventarse y hoy trabajan para fomentar la actividad turística. Carlos Keen (Luján), Villa Ruiz y Azcuénaga (San Andrés de Giles), Uribelarrea (Cañuelas); Gouin (Carmen de Areco); Villa Loguercio (Lobos); Saldungaray (Tornquist) y Colonia Santa María (Coronel Suárez) forman parte de un programa que fomenta el turismo comunitario, y que tiene como objetivo poner en valor el patrimonio natural, cultural, social, arquitectónico y gastronómico de esos pueblos.
La mejor forma de conocer estos lugares es disponer de tiempo suficiente para caminar las calles de tierra, escuchar historias apasionantes en cada esquina, descubrir lugares que datan de fines del siglo XIX y aún conservan su arquitectura originaria; dormir en precarios establecimientos o alojarse en zonas con mayor infraestructura pero que mantienen la esencia de pueblo.
Azcuénaga
«Azcuénaga es la piedra fundamental del modelo de turismo comunitario con 10 años de un intenso trabajo», sostiene José Yanes, asesor de Turismo y Pueblos Rurales del partido de San Andrés de Giles. «El movimiento en nuestra zona empezó a partir de que las fiestas populares locales dejaron de ser para unos pocos y se convirtieron en grandes eventos para toda la comunidad y para el turismo. En otras palabras, sacamos las fiestas a la calle», cuenta Yanes, creador de la Asociación Civil Pueblos y Parajes Rurales, que «tiende a crear una red regional, provincial y nacional de pueblos. Fue presentada con su correspondiente estatuto a la Secretaría de Turismo de la Provincia de Buenos Aires y al Ministerio de Turismo de la Nación», acota.
Hoy, San Andrés de Giles, ubicado a 100 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires, cuenta con más de 30 emprendimientos, cerca de 2.500 cubiertos y 120 camas disponibles. Además está en desarrollo un interesante proyecto privado con fines turísticos-educativos en una estancia de la zona que incluye criadero de truchas, entre otros atractivos. Con el apoyo de expertos de la Universidad de Buenos Aires, han logrado ambientar y reproducir estos peces, que habitualmente se crían en las aguas heladas de la Patagonia.
Al recorrer Azcuénaga, lo primero que llama la atención son las fachadas de sus casas, varias de ellas construidas a fines del siglo XIX por albañiles de origen italiano. La mayoría tiene rejas de hierro en sus ventanas, realizadas por los primeros herreros que tuvo el pueblo. Muchas poseen amplios sótanos donde se guardaban los vinos «pateros» y chacinados de cerdo elaborados en las carneadas que aún hoy se realizan en otoño-invierno.
Entre las perlitas que vale la pena conocer en el pueblo se destacan la panadería artesanal, ubicada frente al club Apolo, donde se fabrican galletas de campo y pan en horno a leña. Se dice que no hay como las tortas negras de Azcuénaga, y a juzgar por su sabor vale la pena averiguar de qué se trata.
Otro imperdible es el molino de la cooperativa eléctrica. Tiene una estructura metálica de características únicas, es similar a una pérgola en altura donde la familia propietaria de la casa, de origen francés, subía por las tardes a tomar el té y a degustar los vinos que elaboraban artesanalmente. El edificio que ocupa la cooperativa también merece ser observado, por mantener su fachada original, que data del año 1888.
También se pueden visitar la estación Azcuénaga y sus zonas aledañas; el mural en adobe; el edificio Antigua Casa Terrén, donde funcionó uno de los primeros almacenes de ramos generales del pueblo y donde se instaló el primer teléfono de la localidad; la capilla Nuestra Señora del Rosario; el mencionado Club Recreativo Apolo y la Posta de Figueroa, cuya casona, del siglo XVIII, fue visitada por Juan Manuel de Rosas, Facundo Quiroga y José María Paz. Su recuperación potenció el atractivo turístico de la zona.
Carlos Keen
Cuando en 1881 se inauguró la estación de ferrocarril, ramal Luján-Pergamino, se fundó oficialmente el pueblo. Llegó a tener casi 3.000 habitantes e importantes comercios: almacenes de ramos generales, tiendas, zapaterías y ferreterías; casas especializadas en toda clase de máquinas e instrumentos agrícolas, corralones, cocherías y caballerizas para alquilar; dos escuelas primarias, tres clubes, farmacias, telefonía, registro civil, juzgado de paz, comisaría, molino harinero, herrerías, surtidores de nafta, hoteles, restoranes, pensiones, etc. En el año 2003 fue declarado «Poblado histórico» por la Comisión Nacional de Monumentos y Sitios Históricos. Entre los lugares para visitar se destacan el granero de la estación de Carlos Keen, capilla San Carlos de Borromeo, el Museo Rural y la antigua estafeta postal.
Villa Ruiz
Nació con la inauguración de la estación ferroviaria del entonces Tranway Rural, de Federico Lacroze, el 24 de mayo de 1889, con la llegada del primer tren tirado por caballos. Hoy posee varios sitios de interés histórico-culturales y está desarrollando un gran polo gastronómico, con 5 restoranes y capacidad para alojar alrededor de 50 personas. Lo mejor de Villa Ruiz es recorrer el viejo Camino Real, el mismo que realizó el virrey Sobremonte huyendo para preservar el oro de la Corona hacia el Alto Perú, el cual da origen al nombre de la posada. El recorrido abarca sitios de interés como El boliche del Tejo, la Posta de Figueroa y el sitio donde se libró la batalla de Cañada de la Cruz.
Uribelarrea
Fundado como colonia agrícola en 1889, fue polo lechero con un máximo esplendor durante las décadas del 30 y el 40, ya que llegó a contar con más de un centenar de tambos y queserías que abastecían a la Ciudad de Buenos Aires a través del Ferrocarril del Sur. «Uribe» es un poblado que conserva historia y tradición. Los imperdibles: el Museo de Máquinas y Herramientas «Padre Leopoldo Rizzi», la plaza Centenario, la iglesia Nuestra Señora de Luján, la plaza República del Líbano y las antiguas casas fundacionales.
Villa LogÜercio
En 1942 se creó el Club de Pesca Lobos, y se construyó su sede a la vera de la laguna, en un terreno que adquiere a la familia Logüercio. Alrededor del mismo, en 1950, se trazó la villa con parcelas de aproximadamente 800 m2. Se construyó la Avenida Costanera sobre la margen de la laguna, un espacio verde público y el equipamiento comunitario en el centro del amanzanamiento. Tiene un paseo público con mesas, parrillas, juegos para niños y feria de artesanías, donde los artesanos locales exponen y venden sus creaciones. Se destacan los trabajos en madera, lana y productos regionales.
Gouin
El origen del pueblo Gouin está indisolublemente ligado al emprendimiento constructivo de la línea férrea de la Compañía General de Ferrocarriles de la Provincia de Buenos Aires (CGFBA), empresa de capitales francoargentinos. Las obras se iniciaron en 1906 y el servicio se habilitó en 1908. En los planes empresariales de la CGFBA el ferrocarril jugaría un papel más amplio que el de un prestador de servicios. Concluida la columna férrea, la compañía encomendó el parcelamiento del campo adquirido a Mutuverría, y luego programó la subasta. Por eso se dice que a Gouin lo gestó una prestadora de servicios, pero lo amasó un conjunto de hombres y mujeres que con esfuerzo y tesón conformaron una singular localidad en el partido carmeño. Lugares para visitar: plaza San Martín, capilla San Agustín y un espacio llamado La Matera, cedido por la municipalidad local para la exposición y venta de artesanías y productos regionales durante los fines de semana.
Saldungaray
Luego de la Campaña del Desierto, llegó al lugar don Pedro Saldungaray, un hombre vascofrancés que compró los terrenos sobre los cuales se hallaba el Fortín Pavón, emplazado durante la expedición de Don Juan Manuel de Rosas en 1833. Don Pedro Saldungaray donó parte de sus tierras para el trazado de la localidad. La estación Sierra de la Ventana fue inaugurada en julio de 1903, y en el año 1912 cambió su nombre por Saldungaray, en homenaje al donante de las tierras. Para visitar: el Fortín Pavón, instalado durante la expedición que Juan Manuel de Rosas realizó en 1833. Como posta militar el paraje era conocido como El Sauce.
Entre las perlitas que vale la pena conocer en el pueblo se destacan la panadería artesanal, ubicada frente al club Apolo, donde se fabrican galletas de campo y pan en horno a leña. Se dice que no hay como las tortas negras de Azcuénaga, y a juzgar por su sabor vale la pena averiguar de qué se trata.
Otro imperdible es el molino de la cooperativa eléctrica. Tiene una estructura metálica de características únicas, es similar a una pérgola en altura donde la familia propietaria de la casa, de origen francés, subía por las tardes a tomar el té y a degustar los vinos que elaboraban artesanalmente. El edificio que ocupa la cooperativa también merece ser observado, por mantener su fachada original, que data del año 1888.
También se pueden visitar la estación Azcuénaga y sus zonas aledañas; el mural en adobe; el edificio Antigua Casa Terrén, donde funcionó uno de los primeros almacenes de ramos generales del pueblo y donde se instaló el primer teléfono de la localidad; la capilla Nuestra Señora del Rosario; el mencionado Club Recreativo Apolo y la Posta de Figueroa, cuya casona, del siglo XVIII, fue visitada por Juan Manuel de Rosas, Facundo Quiroga y José María Paz. Su recuperación potenció el atractivo turístico de la zona.
Carlos Keen
Cuando en 1881 se inauguró la estación de ferrocarril, ramal Luján-Pergamino, se fundó oficialmente el pueblo. Llegó a tener casi 3.000 habitantes e importantes comercios: almacenes de ramos generales, tiendas, zapaterías y ferreterías; casas especializadas en toda clase de máquinas e instrumentos agrícolas, corralones, cocherías y caballerizas para alquilar; dos escuelas primarias, tres clubes, farmacias, telefonía, registro civil, juzgado de paz, comisaría, molino harinero, herrerías, surtidores de nafta, hoteles, restoranes, pensiones, etc. En el año 2003 fue declarado «Poblado histórico» por la Comisión Nacional de Monumentos y Sitios Históricos. Entre los lugares para visitar se destacan el granero de la estación de Carlos Keen, capilla San Carlos de Borromeo, el Museo Rural y la antigua estafeta postal.
Villa Ruiz
Nació con la inauguración de la estación ferroviaria del entonces Tranway Rural, de Federico Lacroze, el 24 de mayo de 1889, con la llegada del primer tren tirado por caballos. Hoy posee varios sitios de interés histórico-culturales y está desarrollando un gran polo gastronómico, con 5 restoranes y capacidad para alojar alrededor de 50 personas. Lo mejor de Villa Ruiz es recorrer el viejo Camino Real, el mismo que realizó el virrey Sobremonte huyendo para preservar el oro de la Corona hacia el Alto Perú, el cual da origen al nombre de la posada. El recorrido abarca sitios de interés como El boliche del Tejo, la Posta de Figueroa y el sitio donde se libró la batalla de Cañada de la Cruz.
Uribelarrea
Fundado como colonia agrícola en 1889, fue polo lechero con un máximo esplendor durante las décadas del 30 y el 40, ya que llegó a contar con más de un centenar de tambos y queserías que abastecían a la Ciudad de Buenos Aires a través del Ferrocarril del Sur. «Uribe» es un poblado que conserva historia y tradición. Los imperdibles: el Museo de Máquinas y Herramientas «Padre Leopoldo Rizzi», la plaza Centenario, la iglesia Nuestra Señora de Luján, la plaza República del Líbano y las antiguas casas fundacionales.
Villa LogÜercio
En 1942 se creó el Club de Pesca Lobos, y se construyó su sede a la vera de la laguna, en un terreno que adquiere a la familia Logüercio. Alrededor del mismo, en 1950, se trazó la villa con parcelas de aproximadamente 800 m2. Se construyó la Avenida Costanera sobre la margen de la laguna, un espacio verde público y el equipamiento comunitario en el centro del amanzanamiento. Tiene un paseo público con mesas, parrillas, juegos para niños y feria de artesanías, donde los artesanos locales exponen y venden sus creaciones. Se destacan los trabajos en madera, lana y productos regionales.
Gouin
El origen del pueblo Gouin está indisolublemente ligado al emprendimiento constructivo de la línea férrea de la Compañía General de Ferrocarriles de la Provincia de Buenos Aires (CGFBA), empresa de capitales francoargentinos. Las obras se iniciaron en 1906 y el servicio se habilitó en 1908. En los planes empresariales de la CGFBA el ferrocarril jugaría un papel más amplio que el de un prestador de servicios. Concluida la columna férrea, la compañía encomendó el parcelamiento del campo adquirido a Mutuverría, y luego programó la subasta. Por eso se dice que a Gouin lo gestó una prestadora de servicios, pero lo amasó un conjunto de hombres y mujeres que con esfuerzo y tesón conformaron una singular localidad en el partido carmeño. Lugares para visitar: plaza San Martín, capilla San Agustín y un espacio llamado La Matera, cedido por la municipalidad local para la exposición y venta de artesanías y productos regionales durante los fines de semana.
Saldungaray
Luego de la Campaña del Desierto, llegó al lugar don Pedro Saldungaray, un hombre vascofrancés que compró los terrenos sobre los cuales se hallaba el Fortín Pavón, emplazado durante la expedición de Don Juan Manuel de Rosas en 1833. Don Pedro Saldungaray donó parte de sus tierras para el trazado de la localidad. La estación Sierra de la Ventana fue inaugurada en julio de 1903, y en el año 1912 cambió su nombre por Saldungaray, en homenaje al donante de las tierras. Para visitar: el Fortín Pavón, instalado durante la expedición que Juan Manuel de Rosas realizó en 1833. Como posta militar el paraje era conocido como El Sauce.
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