lunes, 21 de marzo de 2011

LA QUERIDA TROCHITA

“Mítico” es una palabra que no le queda chica a “la Trochita”, el nombre cariñoso del trencito a vapor que atraviesa con ritmo de antaño los más recónditos paisajes de la comarca. Intimo secreto de la estepa patagónica, en 1978 se hizo famoso con la publicación de la crónica de viajes de Paul Theroux El viejo expreso patagónico, que concluía en Esquel un azaroso periplo desde Norteamérica hasta la cordillera andina.
El ramal funciona sobre una trocha económica de 0,75 metro y tenía antiguamente un trayecto de 402 kilómetros: era en aquel lejano entonces el auténtico corazón sobre el cual latía la vida de una región remota y solitaria, en los confines de Chubut y Río Negro. El viaje actual es mucho más breve que el de años atrás, pero los vagones de madera y las locomotoras a vapor, construidos en las primeras décadas del siglo XX, siguen siendo los mismos. El traqueteo lento del trencito no supera los 45 km/h en los tramos más rápidos, y en otros avanza apenas a paso de hombre. Mientras tanto decenas de curvas permiten asomarse a las ventanillas para ver cómo el tren avanza, siempre pionero, serpenteando entre bosques y llanuras hasta llegar hoy día a la estación de Nahuel Pan, donde vive una comunidad mapuche. Este es el lugar donde se desciende para tomar contacto con los habitantes del lugar y sus artesanías, probar tortas fritas recién hechas y visitar un museo sobre su cultura, donde se exhiben objetos recuperados en la región, la explicación de algunos motivos tradicionales y, sobre todo, el contacto cordial con los pobladores. También se ofrece la opción de realizar un paseo corto a caballo antes de regresar a Esquel, atravesando un paisaje de extensiones inolvidables hasta que sea la hora de volver a la renovada estación que fue también el punto de partida del viaje.

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