En el recorrido, el aparato viaja a 20 kilómetros por hora, debido a las curvas pronunciadas.
Puntiagudas rocas que casi rozan la ventana del tren por un lado y profundos abismos al otro dibujan la ruta de la Nariz del Diablo, que reanudó sus operaciones turísticas en Ecuador.
Con una inversión de 7 millones de dólares y en seis meses de trabajo, Ecuador rehabilitó 13,5 kilómetros de la vía férrea que recorre el corazón de los Andes por la ruta Alausí-Sibambe, donde, según la leyenda, el diablo olvidó su nariz.
A unos 270 kilómetros de Quito, desde Alausí, una ciudad arropada en una espesa neblina, una locomotora a diésel y electricidad y tres vagones se desplazan a 20 kilómetros por hora o a la mitad, en ciertos tramos. El tren cruza la montaña, herida hace un siglo por toneladas de dinamita usadas para abrir el camino del ferrocarril, que unió la costa con la sierra.
Para quienes creen en el diablo y aceptan su alegórica representación, basta alejarse un poco de la estación de Sibambe y sumar algo de imaginación para apreciar en el monte de Pistishi la forma de una inmensa nariz, el gran atractivo del tramo.
Para las más de 3.000 personas de las comunidades cercanas, la ruta de la Nariz del Diablo no tiene nada de diabólico y se ha convertido en un puntal de su economía, que se ha fortalecido con la presencia de un hostal con capacidad para 15 personas. En la zona existen dos cafeterías, un museo y tiendas administradas por las comunidades, que, además, abrirán sus casas a turistas que deseen compartir su forma de vida y conocimientos, para lo que se han organizado también rutas sobre medicina o cultivos. Veinte dólares por persona, o la mitad para ancianos y menores de edad, es la tarifa que se paga para viajar en este tren. El recorrido tiene tres salidas diarias.
Con una inversión de 7 millones de dólares y en seis meses de trabajo, Ecuador rehabilitó 13,5 kilómetros de la vía férrea que recorre el corazón de los Andes por la ruta Alausí-Sibambe, donde, según la leyenda, el diablo olvidó su nariz.
A unos 270 kilómetros de Quito, desde Alausí, una ciudad arropada en una espesa neblina, una locomotora a diésel y electricidad y tres vagones se desplazan a 20 kilómetros por hora o a la mitad, en ciertos tramos. El tren cruza la montaña, herida hace un siglo por toneladas de dinamita usadas para abrir el camino del ferrocarril, que unió la costa con la sierra.
Para quienes creen en el diablo y aceptan su alegórica representación, basta alejarse un poco de la estación de Sibambe y sumar algo de imaginación para apreciar en el monte de Pistishi la forma de una inmensa nariz, el gran atractivo del tramo.
Para las más de 3.000 personas de las comunidades cercanas, la ruta de la Nariz del Diablo no tiene nada de diabólico y se ha convertido en un puntal de su economía, que se ha fortalecido con la presencia de un hostal con capacidad para 15 personas. En la zona existen dos cafeterías, un museo y tiendas administradas por las comunidades, que, además, abrirán sus casas a turistas que deseen compartir su forma de vida y conocimientos, para lo que se han organizado también rutas sobre medicina o cultivos. Veinte dólares por persona, o la mitad para ancianos y menores de edad, es la tarifa que se paga para viajar en este tren. El recorrido tiene tres salidas diarias.
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