domingo, 7 de noviembre de 2010

Día del Ferrocarrilero: tradición que se niega a morir

La tenaz batalla contra el olvido de un grupo de ciudadanos rinde lentos, pero esforzados frutos

Mientras doña María Angélica López observa la estación de Ramos Arizpe, recuerda cuando ella y su madre andaban de tren en tren vendiendo pan de pulque. Ahora que le han dicho que la estación cobrará vida, se ilusiona con recuperar un poco de lo perdido.

Cuando en 1850 se construyó la primera línea férrea en el país, las estaciones se convirtieron en un símbolo arquitectónico y de desarrollo. Sin embargo, en 1997, luego de que se privatizó Ferrocarriles Nacionales de México y se extinguió el tren de pasajeros, las estaciones quedaron en el olvido y se llenaron de un silencio que las derrumbó.

Trece años después ha resurgido un interés por rescatar el patrimonio ferroviario, y las estaciones de Saltillo y Ramos Arizpe parece que dan un respiro de alivio. Sin embargo, los proyectos no terminan de concretarse y el tiempo sigue haciendo estragos. El polvo ahoga los ecos de los viajeros y las viejas locomotoras.

La estación Ramos Arizpe


“Mañana van a tirar la estación”, le dijo una voz por teléfono a Juanita Gómez, la presidenta de la Asociación Valle de las Labores. Era un domingo de febrero del año pasado. Juanita apenas colgó el auricular, comenzó a idear un plan para impedir que el edificio, con sus 127 años de historia, pereciera.

Luego de permanecer en el olvido y que nadie hiciera nada por conservarla, la Asociación puso las miradas en la estación. Se armaron de pancartas y proclamas y se plantaron entre trabajadores y máquinas que estaban por cumplir la orden, y un pueblo que miraba atónito lo que estaba por ocurrir.

En septiembre de 1883, cuando el tren llegó a Saltillo con la línea a Monterrey; Ramos Arizpe fue una de las estaciones intermedias, así que celebraron con una gran feria que se extendió por 15 días.

De esa magnitud era el regocijo por la llegada de un ferrocarril que a su paso también generaba cambios.

La importancia de este punto cobraría más fuerza después, porque se convirtió en escala obligada para ir a la frontera, tanto a Piedras Negras como a Laredo.

Por eso, Valle de las Labores no iba a permitir que todo eso se viniera abajo, y minutos antes de la demolición consiguieron de la dirección de Desarrollo Urbano del Municipio, la cancelación.

Así la vieja estación se ganó una segunda oportunidad.

El primer paso se había dado, por lo que Juanita, junto con Laura López, la secretaria de la Asociación, y otros integrantes y amigos, se dieron a la tarea de buscar que el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) reconociera el valor del edificio y lo lograron.

En una reunión con historiadores, integrantes del patronato del Centro Histórico, maestros, el cronista de la ciudad, Conaculta y Kansas City Southern se determinó que si bien había que conservar el edificio, no era factible dejarlo en su lugar, por lo que se acordó que se reconstruyera 30 metros al norte, utilizando el material original.

“El edificio estaba dentro de las dos vías (la de Piedras Negras y la de Monterrey) y no se podía convertir en una biblioteca o un museo porque las personas corrían el riesgo al cruzar las vías del ferrocarril”, explica Juanita.

La custodia fue otorgada a la Asociación de Valle de las Labores, quienes vigilaron cada etapa de la construcción para que la estación quedara conforme a los planos originales. Mientras tanto, comenzaron a proyectar un museo del ferrocarril que lejos de albergar cosas viejas fuera interactivo, vivo, que la gente lo viera como una opción de desarrollo cultural.

Sólo que cuando la administración cambió y tomó posesión el nuevo alcalde, Ramón Oceguera, éste les revocó la custodia: “Desconocemos las razones. No nos dijeron nada ni nos dieron explicaciones. Sin embargo, no nos sorprende”, denunció Juanita Gómez.

El pasado 12 de octubre, el municipio recibió de Kansas City el comodato del edificio por 99 años. Según Guadalupe López Villarreal, coordinadora de Museos de Ramos, se buscará reconstruir el mobiliario y aparatos con el que originalmente se contaba. Por otro lado, pretenden instalar en una vía muerta un cabús y un vagón, que servirán como sala de exposiciones temporales y auditorio. No hay fecha de inauguración, sin embargo: “hoy se inaugurarán las actividades de inicio del equipamiento”.

A unos metros de ahí vive doña María Angelina, en un edificio que originalmente fue un pequeño hotel. Hace meses le dijeron que construirían un museo y ella ya preparó su carreta para ponerse a vender, como en los viejos tiempos. Pero mientras no haya una fecha de inauguración, doña María Angélica sigue esperando, con su carreta a la puerta de su casa.

La estación de Saltillo

El 15 y 16 de septiembre de 1883 Saltillo era una gran fiesta, con cañones, juegos pirotécnicos y un gran banquete se prepararon para inaugurar la primera estación de ferrocarril. La adornaron elegantemente y junto con el tren fue el centro del festejo. Se pronunciaron emotivos discursos para celebrar la prosperidad que se instalaría en la ciudad.

Tres estaciones más tuvieron que pasar antes de que, el 10 de octubre de 1969 se inaugurara un sitio que reunía todos los trabajos y líneas que conectaban a Saltillo. Sin embargo, la gran estación, ubicada en Emilio Carranza y Luis Gutiérrez, sólo alcanzó a servir 28 años.

El tiempo y el silencio se fueron apoderando de la estación durante 14 años. Las habitaciones del hotel se fueron desmoronando y una parte del restaurante fue incendiado; los jardines, que en un principio daban la bienvenida a los viajeros, se desbordaron y los plafones no resistieron la presencia de los pájaros. Así la encontró el Colectivo Estación Cultural.

Durante un año, el grupo integrado por René Gil, Roberto Castañeda e Isabel Ortega, buscaron la forma de rescatar el espacio a través de eventos culturales. Con charlas, exposiciones y conciertos la estación volvió a respirar.

Luego de ver la respuesta de la gente y darse cuenta de que: “la zona completa ofrece una posibilidad maravillosa de realizar una regeneración urbana”, Roberto Castañeda, arquitecto, propuso un plan para el diseño de la remodelación del edificio de la estación y sus alrededores, que le valió el apoyo del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes (2010).

Así, con diversos proyectos, la estación salió del silencio y resurgió de los recuerdos. “La gente iba a la estación buscando recuerdos, por eso no puede dejarse morir”, explicó René Gil, por eso el colectivo se propuso alimentar la estación y lo hizo casi durante un año.

Los tiempos que corren

Actualmente la estación se encuentra en proceso de comodato, será otorgada al Colectivo El Nodo, que preside Fernando Carrera. Con un grupo de especialistas españoles, buscan recuperar la estación de sus alrededores para la construcción de un centro cultural, “La Tren”, en el que converjan todas las disciplinas.

¿Y los ferrocarrileros?

Jesús Balderas, secretario de la Coalición de Ferrocarrileros Jubilados en Saltillo, considera que lo que se ha hecho o se proyecta no es suficiente: “Les están dando una proyecto cultural, pero todo es a medias, falta un interés más grande y honesto”.

Desde hace varios años, esta asociación civil realiza exposiciones de objetos, fotografías y ferromodelismo en distintos recintos, porque es su forma de luchar contra el olvido. Durante más de 30 años le dedicaron su vida a los ferrocarriles y todos los días buscan que aquello que marcó una pauta en el desarrollo del país, no se olvide. Pese a esta labor de promoción, ninguno de los proyectos para rescatar las estaciones los ha integrado. Aunque ellos están seguros que, de participar, le darían al proyecto un rescate real y completo de la cultura ferrocarrilera.

Mientras el destino de la estaciones se define, el patrimonio y sus siglos de historia son ahogados por el silencio.

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